En The Cultural Complex. Contemporary Jungian Perspectives on Psyche and Society (2004). Thomas Singer y Samuel L. Kimbles (eds), ch. 12, London and New York: Routledge.
Traducción de Margarita Méndez P. y Luis E. Galdona, con autorización de los editores y con fines exclusivamente didácticos.
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El término «complejo cultural» surge de dos aspectos diferentes de la psicología de Jung. Empecemos con el término «complejo», porque esta fue la primera área de investigación de Jung. A través del test de asociación de palabras Jung observó que ocurría un retraso en el tiempo de reacción ante ciertas palabras, que era repetible en forma experimental. Jung notó que el retraso era ocasionado por el surgimiento de emociones particularmente fuertes conectadas con palabras específicas que las disparaban. Acuñó el término «complejo» para dar cuenta de este fenómeno. Sin duda, fue el trabajo pionero de Jung en el test de asociación de palabras y el desarrollo de la teoría de los complejos lo que lo llevó a hacer el primer contacto con Freud. Actualmente el término «complejo» es utilizado en el lenguaje común para definir la sensibilidad particular de un individuo a un lugar, persona o cosa. Es parte de su propia psicología personal. Cuando hablamos de un complejo cultural nos estamos alejando de una psicología individual hacia una psicología de grupo —que puede habitar tanto en la psique «colectiva» del grupo como en el nivel de la psique del grupo incorporada en el individuo.
Tratemos ahora de ubicar el término «cultural» en el contexto de la psicología de Jung. Comenzamos con la noción de arquetipo de Jung. Brevemente, los arquetipos son las predisposiciones innatas de la psique. Jung las describe como el «autorretrato de un instinto» y son los factores que un individuo trae a cualquier situación dada, interna o externa. Es raro que uno vea una experiencia arquetipal que no esté incorporada en los patrones históricos o culturales. Aunque el contexto histórico y cultural siempre se ha asumido en la psicología analítica, el delineamiento de este tipo de experiencia no ha sido enfatizado. En términos generales, los junguianos han hablado de la psicología personal o de la psicología arquetipal del individuo, pero no han enfatizado el contexto cultural. En 1962 Joseph Henderson presentó una conferencia en el Segundo Congreso de Psicología Analítica titulado El arquetipo de la cultura, donde definió esta capa de la psique y la postuló como un nivel intermedio entre lo personal y lo arquetipal (Henderson 1964). La charla del Dr. Henderson fue recibida con gran entusiasmo, pero aun hoy no se hace referencia frecuente al nivel cultural de la psique. En los últimos años Tom Singer (2002) y Sam Kimbles (2000) han acuñado el término «complejos culturales» para profundizar en este nivel de experiencia psicológica.
Con el objetivo de desarrollar más adelante el concepto de complejo cultural aplicándolo a la «historia clínica» del caso de Jung y Freud y sus seguidores, me enfocaré en la relación entre estos pioneros de la psicología y los grupos que se desarrollaron alrededor de ellos, vista desde la perspectiva de los complejos culturales. Primero, están los «complejos culturales» subyacentes que Jung y Freud trajeron por separado a una relación intensamente creativa y destructiva. Segundo, hay «complejos culturales» entre los grupos freudianos y junguianos, que en realidad fueron generados por el acercamiento temprano entre Jung y Freud y luego por su separación. En este capítulo abordaré ambas categorías de complejos culturales, separadas pero interrelacionadas.
Podemos estar seguros de que estamos en el dominio de los complejos debido a la intensa reactividad que cualquier mención del tópico usualmente provoca. Un test de asociación de palabras administrado en la actualidad a psicoanalistas y a psicólogos analíticos que incluya los nombres de Jung y Freud demostraría rápidamente este hecho. Aunque el fondo de esta tensión entre junguianos y freudianos se remonta a los comienzos mismos del cristianismo nacido del judaísmo, mi atención en este capítulo se enfocará en los antecedentes de Freud y Jung y luego en mi propia experiencia como judío y junguiano en una cultura predominantemente psicoanalítica freudiana desde principios de los años 60.
Freud nació en Bohemia en 1856 y su familia se mudó a Viena cuando aún era un niño muy pequeño. Durante el tiempo de su crecimiento, Viena era fuertemente antisemita y había pocas profesiones en las que un judío podía entrar. Freud estudió medicina, se hizo neurólogo e hizo algunas de las investigaciones pioneras sobre las propiedades anestésicas de la cocaína y sucedáneos. Fue docente en la escuela de medicina de la Universidad de Viena, lo que significaba que estaba en el rango más bajo de la jerarquía académica y él sabía que como judío sus oportunidades de promoción eran escasas. En 1895 Freud y Breuer publicaron su estudio pionero titulado Estudios sobre la histeria y surgió el campo del psicoanálisis. Un pequeño grupo de individuos, todos judíos, se agruparon alrededor de Freud y comenzaron a reunirse semanalmente. Las teorías de Freud acerca de la sexualidad infantil estaban siendo criticadas rotundamente tanto en la prensa médica como en la laica. Tanto la naturaleza de sus ideas, como el hecho de ser judío, lo llevaron a sentirse forastero y excluido.
Los antecedentes de Jung eran completamente diferentes de los de Freud. En la familia de Jung había habido varias generaciones de ministros protestantes. Tan solo en las dos generaciones precedentes, la familia de su padre se había mudado de Alemania a Suiza donde Jung había nacido en 1875. Por el lado de su madre la familia había vivido muchas generaciones en Suiza y varios de sus miembros habían escrito acerca de sus habilidades psicológicas paranormales. Cuando Jung estaba creciendo en la campiña rural alrededor de Basilea, solo había unos pocos judíos en todo ese cantón de Basilea. Fue sólo a finales del siglo XIX que a los judíos se les permitió vivir dentro de los muros de las ciudades suizas. Antes de esto tenían que vivir fuera de las ciudades y sólo se les permitía entrar a hacer sus negocios durante el día. No se sabe cuándo Jung conoció un judío por primera vez, pero lo más probable es que haya sido en la universidad en Basilea durante sus estudios entre 1895 y 1900 (Gossman 2000).
A través de su trabajo sobre el test de asociación de palabras y la teoría de los complejos, Jung se familiarizó con las teorías de Freud sobre el inconsciente. Jung utilizó esas teorías para explicar los resultados de su propia investigación. En 1906 Jung mandó a Freud sus documentos sobre el test de asociación de palabras y la teoría de los complejos y en marzo de 1907 Jung, su esposa y Ludwig Binswanger, un colega del Burghölzli que luego fue fundador del Psicoanálisis Existencial, visitaron a Freud en Viena. Hubo una fascinación inmediata entre los dos hombres y muy rápidamente Jung fue ungido como «príncipe heredero» del movimiento psicoanalítico, muy a pesar de los colegas vieneses de Freud. Freud vio en Jung un psiquiatra establecido en una institución famosa, el Burghölzli, que no era judío, que venía de una parte central de Europa y que sería un representante excelente para el psicoanálisis en el mundo. Mientras tanto, Jung vio en Freud el padre que había estado buscando desde la desilusión con su propio padre y así la relación floreció rápidamente.
La correspondencia entre Freud y Jung documenta las tremendas esperanzas y expectativas que los dos tenían del otro. También demuestra el eventual deceso de su relación, algo que ha sido un capítulo triste en la historia del psicoanálisis y la psicología analítica. Hacia el final de su relación en 1914, se hicieron mutuas acusaciones el uno al otro, incluyendo la aseveración de Freud de que Jung era antisemita y de Jung acusando a Freud de ser un materialista y un judío estereotipado. Freud escribió en Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico que «él [Jung] parecía listo para entrar en una relación amistosa conmigo y de abandonar, por mi bien, ciertos prejuicios raciales que se había permitido previamente» (Freud 1914/1957). Al leer esas cartas no cabe duda de que ambos hombres sufrieron profundamente por la pérdida de la relación. Jung se retiró de muchas de sus actividades psiquiátricas y pasó por un período de profunda introversión y desequilibrio y uno observa en los escritos y la correspondencia de Freud una amargura que rara vez se ve en él en otra parte. Ernest Jones, biógrafo de Freud, comentó que «su hija [de Freud] me dijo que ello [la ruptura con Jung] fue la única ocasión que ella recuerda haber visto a su padre deprimido» (Jones 1953-1957:99). Los dos hombres nunca volverían a verse de nuevo.
Desde aquel entonces, muchos profesionales han lamentado el hecho que los dos hombres tuvieran que separarse. El consenso es que, si los dos hombres hubiesen podido continuar su trabajo juntos, muchos de los problemas que separaron el psicoanálisis y la psicología analítica no hubieran ocurrido. Aunque podemos fantasear qué ha podido ocurrir si ellos hubieran sido capaces de continuar su colaboración, es notable que fueran capaces de reunirse para comenzar. Dadas sus diferencias en antecedentes culturales y educación, el hecho que hayan podido trabajar juntos por el tiempo que lo hicieron es notable. Freud continuó activo en desarrollar una organización psicoanalítica fuerte en muchos países europeos y en los Estados Unidos. La mayoría de los que fueron atraídos por el trabajo de Freud eran judíos y las asociaciones psicoanalíticas tempranas eran más del 90 por ciento judías. Por otro lado, Jung se retiró de las organizaciones, pero desarrolló lentamente un grupo de estudiantes a su alrededor. Ninguna asociación junguiana internacional, sin embargo, fue organizada formalmente hasta 1955, cuando Jung tenía 80 años.
Entre 1914 y 1955 Jung se involucró en otra organización profesional y la naturaleza de esta participación influyó negativamente en su reputación hasta el presente. Jung fue nombrado vicepresidente honorario de la Sociedad Médica Alemana de Psicoterapia en 1931. Esta sociedad fue formada en 1926 para proveer un foro para psicoterapeutas con formación médica que estuvieran interesados en el psicoanálisis pero que no quisieran volverse miembros del Instituto Psicoanalítico de Berlín. La Sociedad Médica Alemana de Psicoterapia organizaba conferencias anuales que atraían participantes del resto de Europa y de los Estados Unidos. En 1933 el presidente de este grupo era Ernst Kretchmer, un profesor de psiquiatría en Tubinga que renunció porque no estaba de acuerdo con la filosofía nazi. El grupo estaba en apuros acerca de quién debía ser el próximo presidente, y como Jung era el vicepresidente honorario se le pidió urgentemente hacerse cargo como presidente. Eventualmente aceptó ser el presidente con la condición de que la organización cambiara su nombre a Sociedad Médica Internacional de Psicoterapia y que todos los miembros judíos en Alemania pudieran mantener su afiliación como miembros individuales. Todos los miembros judíos en Alemania habían sido excluidos del grupo alemán como parte de la para entonces nueva ideología nazi. En 1933, en sus observaciones introductorias a la recientemente resucitada Zentralblatt (el órgano oficial de la Sociedad Médica Alemana de Psicoterapia), Jung hizo la siguiente declaración:
Las diferencias que en efecto existen entre la psicología germánica y la judía, bien conocidas por cualquier persona perspicaz, no deben seguir siendo desestimadas. Y esto sólo beneficiará a la ciencia. Al mismo tiempo, quiero hacer constar expresamente que esto no implica una desvalorización de la psicología semita, como tampoco supone una desvalorización de los chinos el hablar de la peculiar psicología de los hombres de Oriente. (Jung, 1964).
Esta aseveración de Jung ha sido tomada por el psicoanálisis y por los académicos de otras disciplinas interesados en esa época en demostrar que Jung fue tanto un antisemita como un simpatizante nazi. No hay duda de que tanto el tono de los comentarios de Jung como el momento de los mismos no pudieron haber sido peores. Uno puede darse cuenta cómo es que las declaraciones de Jung pueden haberse incorporado en la propaganda nazi, a pesar de que aquellas personas cercanas a Jung en ese tiempo sabían de su interés sobre el carácter nacional y las diferencias en la herencia cultural.
Otro problema vinculado a esta organización es que su presidente alemán era Matthias Goering, un primo lejano de un futuro asociado cercano de Hitler, Hermann Goering. Matthias Goering fue un profesor de psiquiatría así como también un nazi y desde 1936 hasta 1945 fue el jefe del mayor instituto de formación psicoterapéutica en la Alemania nazi. Jung y Matthias Goering tuvieron una extensa correspondencia conectada con la Sociedad Médica Internacional de Psicoterapia, la cual aún no ha sido publicada por la familia Jung. La relación de Jung con Matthias Goering ha sido confundida a menudo y se ha pensado que era con Hermann Goering, con quien Jung no tuvo contacto (Cocks 1997). En 1934 Matthias Goering publicó un volumen de la revista sólo para miembros alemanes, que estaba completamente nazificada, pero por error salió en su edición internacional, incluyendo un artículo de Jung que era para esa edición internacional. Jung protestó ante este error de Goering, pero el daño estaba hecho. La asociación de Jung con la Sociedad Médica Internacional de Psicoterapia a lo largo de los años 1930 le dio credibilidad a las afirmaciones de antisemitismo de Jung hechas por Freud en 1914 (Freud 1914/1957: 7).
Lo que ha sido más notable es que desde ese momento hasta el presente Jung ha sido tachado como antisemita. A pesar de que es sabido que muchos de los alumnos más importantes de Jung fueron judíos y que ha habido mucha evidencia que muestra que Jung ayudó a los aliados en la Segunda Guerra Mundial, el enlace entre Jung, el nazismo y el antisemitismo se mantiene hasta el día de hoy. Esto será descrito luego en mayor detalle. ¿Pero, es posible que un complejo cultural se ponga en evidencia en la persistencia entre los freudianos de la noción de que Jung era Nazi? Ciertamente podría ser parte de un «complejo cultural» el que cualquier crítica al trabajo de Freud por un no-judío es muestra de antisemitismo. Desde el punto de vista de Freud como judío, su «complejo cultural» podría haberlo llevado a concluir que cualquier crítica hacia él por parte de un no-judío es prima facie evidencia de antisemitismo. Sería natural ciertamente ver a Jung como parte cristiano/parte suizo-alemán asociado a cualquier Goering en los 1930 como evidencia de que Jung era ambas cosas: un nazi y un antisemita. Los complejos culturales contaminan a las personas y su pensamiento. Qué tal si tanto Freud como Jung tuviesen un complejo cultural —Jung acerca de los judíos y Freud acerca de los no-judíos. Por cierto, es importante hacer notar que no vemos el interés de Jung y sus ideas tempranas sobre el «carácter nacional» como iguales a la noción de «complejos culturales». Puede que los conceptos se crucen, pero no son lo mismo. Puede haber un «carácter nacional» o identidad sin que sea un «complejo cultural» (véase observaciones en la pp. 5-6).
Es en este punto que mi historia personal entra en juego. Ambos, mi padre y mi madre que eran judíos, estaban en análisis con Jung durante todos los años 1930. No vivían en Zurich, pero viajaban allí primero desde Berlín, luego desde Tel-Aviv y finalmente desde Londres. Jung tenía varios analizados judíos durante este período, incluyendo a Erich Neumann, Gerhard Adler, Rivkah Schaerf, Aniela Jaffé y otros. Específicamente Neumann, Adler y mi padre advirtieron a Jung de no hacer el planteamiento acerca del carácter nacional como hizo en 1934. Jung rechazó escuchar su consejo, pero después de la Segunda Guerra Mundial reconoció que había cometido un error al no escucharlos. Jung nunca hizo una disculpa pública. Lo que es de mayor interés es que mi padre dio dos veces una charla en el Club Psicológico de Zurich en octubre de 1930 sobre el tema Un judío moderno en Alemania, a la cual Jung asistió y respaldó con entusiasmo. Ya los sueños de los pacientes tenían imágenes de nazis que aparecían con frecuencia. En ese tiempo mi padre solo tenía 29 años de edad y era un analizado de Jung relativamente reciente. Mi padre, junto con otros analizados judíos de Jung, lo cuestionaron acerca de su supuesto antisemitismo y ninguno de los que estaban en análisis hallaron que él fuera antisemita.
Cuando el alcance de la destructividad Nazi se hizo evidente al concluir la Segunda Guerra Mundial, esto le dio combustible a aquellos que creían que Jung era un antisemita furioso y un nazi. La hostilidad entre freudianos y junguianos en muchas partes del mundo, excepto Londres y San Francisco, fue tremenda. El período que siguió inmediatamente a la Segunda Guerra Mundial fue el pináculo de la influencia del psicoanálisis y varios psicoanalistas prominentes escribieron acerca de Jung como un simpatizante nazi y un antisemita, destacando su relación con Matthias Goering, la Sociedad Médica Internacional de Psicoterapia y los nazis durante los años 1930. Por ejemplo, en la Historia de la psiquiatría de Alexander y Selesnick hay un apéndice especial sobre el tema de Jung y su afiliación con los nazis (Alexander y Selesnick 1966: 407-409). Los freudianos tenían sus racionalizaciones para rechazar a Jung y cuando inicié mi entrenamiento psiquiátrico en 1962, me encontré con estas «razones» como potentes manifestaciones de lo que hoy reconozco que son los síntomas de un complejo cultural. He llegado a pensar que al menos uno de los propósitos subyacentes, quizá no totalmente consciente, del complejo cultural freudiano acerca de Jung y sus seguidores, era aniquilar la secta herética junguiana y cristiana de la psicología.
Si uno piensa que al menos algunos complejos culturales se originan en el miedo y/o en la experiencia real de un grupo de personas que está siendo exterminado, tiene sentido que el grupo que teme tal amenaza pueda a su vez querer negar el derecho a existir de otros grupos rivales similares. Por las razones que sea, los freudianos casi fueron exitosos en destruir el grupo junguiano relativamente pequeño en los Estados Unidos. Yo descubrí que una de las formas más exitosas de lograr esta meta para los freudianos fue alegar ignorancia acerca de Jung. Fingiendo o realmente no sabiendo nada sobre Jung era una forma efectiva de negar su existencia. En mi caso, me fue dicho muchas veces durante mi entrenamiento psiquiátrico que mi análisis junguiano le haría daño a mi carrera psiquiátrica. Si mis profesores hubieran tenido éxito en disuadirme de entrar en formación junguiana, efectivamente hubieran negado mi existencia como junguiano. Además de simplemente negar la existencia de Jung, el complejo freudiano acerca de los junguianos me era expresado como escepticismo acerca del supuesto misticismo de Jung y la hostilidad hacia sus presuntos puntos de vista políticos, especialmente en lo relacionado a la Segunda Guerra Mundial. A pesar de estas advertencias terribles, obtuve la formación junguiana y me convertí en un analista junguiano. Esto significaba que yo había superado la intensa reacción emocional negativa de los freudianos hacia Jung. Esta reactividad emocional es característica de los complejos culturales. Seguir adelante con mi formación junguiana fue algo muy difícil de hacer como el joven que era. Mi sustento estaba en juego y temía que no iba a poder tener pacientes o ser tomado en serio como psiquiatra y como analista. Donde quiera que surgía el nombre de Jung en aquella época, su asociación con los nazis se mencionaba inevitablemente. Como yo había escuchado mucho acerca de Jung de mis padres y sus colegas judíos, yo sabía que las acusaciones en su contra no podían ser enteramente válidas. Tuve conversaciones con muchos analistas judíos que habían estado en análisis con Jung durante ese período.
Desde el otro lado de este complejo cultural, muchos de los primeros junguianos tenían una opinión completamente negativa de Freud y del psicoanálisis. Como el psicoanálisis era la psicología dominante en aquella época, casi todos esos junguianos habían comenzado con alguna forma de psicoanálisis y éste no había respondido a sus necesidades. En el proceso de buscar otras alternativas, ellos se encontraron con Jung y el análisis junguiano que habría sido más compatible y gratificante. Como Jung había sido tan marginado, los primeros junguianos desarrollaron una superioridad defensiva que denigraba de todo lo que tuviera que ver con asuntos del desarrollo temprano, los conflictos inconscientes personales y las estructuras de defensa. Entretanto, ellos trataron de enfatizar lo espiritual, lo arquetipal y lo trascendente. Cualquier cosa que tuviera que ver con el material inconsciente personal era visto como menos importante y menos relevante que los «asuntos arquetipales» más relevantes. Freud fue visto como reductivo, materialista, anti-espiritual y neurótico. Es obvio que había excepciones a estas burdas generalizaciones, es decir, los estereotipos son patognomónicos de un complejo, pero las actitudes aquí expresadas fueron compartidas en general y pueden ser vistas ahora como parte del complejo cultural junguiano acerca de Freud y los freudianos. Las condiciones han cambiado marcadamente ahora. Los individuos a menudo comienzan con un análisis jungiano y éste ya no se encuentra marginado. Además, ya no existe el mismo estigma si alguien cruza la línea y ve a un analista del otro campo. Por ejemplo, personas que se identifican a sí mismas como junguianas pueden hablar abiertamente de una experiencia positiva con el análisis freudiano. Pero esto está apenas empezando a pasar ahora.
Muchos años atrás cuando yo estaba comenzando a sentirme más cómodo con una identidad de analista junguiano, comencé a dar charlas y escribir acerca de temas junguianos. Por mis antecedentes y experiencia, mis conferencias a menudo incluían anécdotas personales acerca de Jung y los primeros junguianos. Por lo tanto, surgían preguntas acerca de Jung y su relación con los nazis y los judíos. Mi respuesta siempre incluía el hecho que mis padres eran judíos y que habían estado en análisis con él durante el período en el que supuestamente había sido antisemita y que no habían encontrado que él fuese tal cosa. Esto al menos callaba a la mayor parte de la gente. No creo que esto cambiara la mentalidad de nadie. Sin embargo, aun cuando mis charlas no tuvieran nada que ver con Jung el hombre, a menudo me preguntaban acerca de la complicidad de Jung con los nazis, etc. Seguí dando charlas y lecturas acerca de temas junguianos y mi interés en la historia de Jung y de la psicología analítica creció. Fui elegido vicepresidente y luego presidente de la Asociación Internacional de Psicología Analítica. En ese cargo continué dictando conferencias en varias partes del mundo, incluyendo Europa, Corea, Sur África, y Australia. No importa dónde fuera, surgían las preguntas acerca de Jung y su relación con los nazis y el antisemitismo y el tema exacto de la materia de la conferencia se hacía irrelevante.
Desde el inicio de los años 1980 han ocurrido muchos cambios en la teoría y práctica psicoanalítica, resultando que ahora hay muchos tipos de psicoanálisis en el mundo. Además, los agentes farmacológicos se han vuelto crecientemente prevalentes en el tratamiento de los trastornos psicológicos y la estima que había tenido el psicoanálisis ha disminuido considerablemente. El mismo Freud ha sido objeto de muchas críticas y el número de personas que se someten al psicoanálisis ha disminuido considerablemente. Al mismo tiempo el trabajo de algunos disidentes, tales como Sandor Ferenczi y otros rechazados por Freud, se ha vuelto cada vez más aceptado Las culturas tanto del psicoanálisis como de la psicología analítica han comenzado a cambiar dramáticamente —a la vez como movimientos separados y en la relación entre sí. Se me dio la oportunidad de hablar de Jung a una audiencia primariamente psicoanalítica. En el año 2000 la Asociación Internacional de Psicología Analítica se convirtió en uno de los co-patrocinadores de la conferencia de la Asociación Internacional para la Historia del Psicoanálisis en Versalles, Francia (Kirsch 2001). Esto significó que los junguianos podían tener un ponente en cada una de las sesiones en inglés, francés y alemán. Presenté una charla corta sobre el tópico de Jung como el primer crítico de Freud. Las áreas de la crítica de Jung a Freud de las que hablé fueron:
Presenté estas críticas con la idea que ahora habría mucha más receptividad a las ideas de Jung e incluso a sus críticas a Freud que en 1913 y en los años subsiguientes de los inicios del psicoanálisis.
Hubo dos o tres preguntas acerca del contenido de mi charla. Entonces una mujer norteamericana psicoterapeuta de Nueva York se levantó y declaró que había «un elefante en la habitación». Afirmó que Jung era un nazi antisemita y que estaba conectado con el Holocausto. Agregó que en el salón había parientes de personas que habían muerto indirectamente por culpa de Jung. Su explosión emocional trajo un momento de silencio y el final de la discusión racional. También provocó una reacción emocional en mí. Mencioné la historia de mi familia y le dije a ella y al resto de la audiencia que no era posible que Jung fuera tal y como ella lo describía. Hice estas aseveraciones con un gran sentimiento y me sentí emocionalmente muy sacudido por la experiencia. Luego me pregunté cómo habría sido si yo hubiera sido capaz de reaccionar calmadamente a su afirmación exagerada acerca de Jung. Pero en el momento estábamos sumergidos en la reactividad emocional característica de los complejos tanto personales como colectivos. Durante el resto de la conferencia varias personas se me acercaron y se mostraron críticos de mi explosión, apoyaban mi respuesta a las ya conocidas acusaciones, o tenían otras preguntas acercas de Jung. Por ejemplo, algunos me preguntaron si de hecho Jung había sido judío y luego se había convertido al cristianismo. Muchas de las preguntas acerca de Jung revelaban tal nivel de ingenuidad acerca del hombre y su trabajo que me di cuenta de que aún era muy temprano para traer a Jung al pensamiento psicoanalítico establecido. Una vez más, descubrí que cuando trataba de presentar una discusión racional acerca de las diferencias entre Freud y Jung, el presunto antisemitismo de Jung se hacía cargo del escenario e impedía cualquier discusión significativa. Me he preguntado a mí mismo muchas veces que si Jung hubiera sido antisemita, ¿quiere eso decir que no podemos discutir sus teorías objetivamente? ¿Acaso las descarta automáticamente? Dado el peor escenario —que mi experiencia personal me indica que no es verdad—, es tan importante como necesario discutir estas ideas de la manera más objetiva posible.
Obviamente, el tema de la relación Jung-Freud tiene un significado personal muy profundo para mí y el doloroso intercambio que tuvo lugar en la conferencia de Versalles puede ser formulado fácilmente a este nivel. Sin embargo, luego también he pensado acerca de este episodio perturbador en términos de la noción de un «complejo cultural» y su poder en el inconsciente tanto a nivel de la psique individual como la del grupo. El conflicto y su emoción pueden sentirse intensamente en lo personal —como me sucedió en Versalles— pero de hecho, mucho del afecto viene desde un nivel cultural o grupal de la psique que está altamente cargada para ambos, el individuo y el grupo. Al reflexionar sobre esta experiencia desde la perspectiva del concepto de «complejo cultural», yo veo al complejo cultural «hacerse cargo» de la experiencia de Versalles en las siguientes formas:
La relación Jung-Freud se ha convertido en un «complejo cultural» gracias al significado que ha adquirido entre los seguidores de Jung y de Freud y por el relato que éstos han hecho por separado de la historia de su relación. La comunicación de esa «historia» transmite el «complejo cultural» y su tremenda carga emocional a generaciones sucesivas de analistas junguianos y freudianos. La carga emocional del complejo cultural en la psique individual y grupal fácilmente gana la victoria cuando el complejo se dispara, alterando memoria, historia y significado.
Una complicación adicional en mi caso ha sido que, como judío he estado defendiendo a Jung, quien supuestamente fue antisemita. Aunque no he sido un judío practicante, siempre me he identificado fuertemente como judío y esto me ha puesto a veces en una situación incómoda cuando defiendo a Jung en contra de Freud. La experiencia de Versalles fue sin duda uno de esos momentos. Otra pregunta que siempre me ha dejado perplejo es por qué Jung ha recibido tanta crítica negativa acerca de su contacto problemático con los nazis, mientras que Heidegger, un miembro conocido del partido nazi durante toda la guerra, quien expulsó a su profesor judío Edmund Husserl, no ha recibido el mismo nivel de crítica. Esto debe referirse a la relación original entre Freud y Jung que terminó tan amargamente y que tanto a nivel personal como cultural aún no ha sido asimilada completamente por ninguno de los dos lados. Por supuesto, Heidegger no tuvo seguidores y estudiantes de la misma forma que los tuvo Jung —y los grupos tienen una forma particularmente potente de transmitir complejos y su tremenda emoción. Todo esto apunta al hecho psicológico de que cuando se habla acerca de la relación Freud-Jung, las diferencias culturales y los complejos culturales inconscientes subyacentes tanto en su relación personal como en los grupos que surgieron de su trabajo pionero deben ser tomados en cuenta. La rapidez con la cual el inconsciente puede aparecer cuando se discuten las diferencias y similitudes entre Freud y Jung está muy presente en nosotros. Singer y Kimbles nos han hecho más conscientes del profundo impacto de los complejos culturales en nuestras vidas personales y en nuestras vidas como miembros de grupos —sean estos familiares, étnicos, profesionales, regionales o nacionales. Como parte de nuestro proceso de crecimiento, necesitamos aprender a integrar a la conciencia estos complejos culturales de la misma forma que trabajamos hacia la integración de complejos personales. Si descuidamos este nivel de la psique, somos susceptibles a los efectos del complejo cultural en formas inesperadas. Mi experiencia con los psicoanalistas en Versalles así lo confirmó para mí.
Quisiera concluir reiterando el punto que considero central en este capítulo: la forma como llevamos la relación de Freud y Jung dentro de nuestras psiques individual y colectiva —su colaboración, su disputa, la historia posterior de los grupos que se formaron alrededor de cada uno de ellos y la teoría y práctica que creció alrededor de su trabajo y sus «escuelas»— constituye y ha contribuido a la creación de un «complejo cultural» que habita dentro de cada uno de nosotros y de los grupos con los que nos identificamos y/o vemos como rivales. Estos «complejos culturales» de las tradiciones Jung-Freud que llevamos dentro de nosotros mismos y nuestro grupo nos ayuda a definir nuestra identidad profesional y cómo interactuamos con nuestro mundo profesional —para bien o para mal.
Referencias
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Cocks, G. (1997) Psychotherapy in the Third Reich, 2nd edn, New Brunswick, NJ: Transaction.
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Gossman, Lionel (2002) Basel in the Age of Burkhardt, Chicago: University of Chicago Press.
Henderson, J. (1964) “The Archetype of Culture”, in A. Guggenbuhl-Craig (ed.) Der Archetyp, Proceedings of the 2nd International Congress for Analytical Psychology, 1962, Basel and New York: S. Karger.
Homans, P (1998) “We (Not So Happy) Few: Symbolic Loss and Mourning in Freud’s Psychoanalytic Movement and History of Psychoanalysis”, Psychoanalysis and History, 1 (1): 69-86.
Jones, Ernest. (1953-1957) The Life and Work of Sigmund Freud, 3 vols, New York: Basic Books.
Jung, C.G. (1933/1964) ”Editorial (1933)” Collected Works, vol 10, New York: Pantheon.
Jung, C.G. (1933/1964) ”Editorial (1933)”, Obra Completa, vol 10, Madrid: Trotta. p. 497-498, párr. 1014.
Kimbles, S. (2000) “The Myth of Invisibility”, in T. Singer (ed) The Vision Thing: Myth, Politics and Psyche in the World, London: Routledge.
Kirsch, T. (2001) “Reports on the VIIIth International Meeting of IAHP” Journal of Analytical Psychology, 46(3): 496-498.
Singer, T. (2002) “The Cultural Complex and Archetypal Defenses of the Collective Spirit: Baby Zeus, Elian Gonzales, Constantine’s Sword, and Other Holy Wars”, San Francisco Jung Institute Library Journal, 20(4): 4-28.
Agradecimientos: Thomas Singer y Gustavo Stolk.
Lecturas sugeridas y enlace
Correspondencia Sigmund Freud y Carl Gustav Jung (2012). Madrid: Trotta.
Jung, C.G. Obra Completa, Civilización en Transición, Vol. 10, Madrid: Trotta. Cap. 10 Wotan, Cap. 11 Después de la catástrofe, Cap. 12 La lucha con la sombra, Cap.13. Epílogo al libro Reflexiones sobre la Historia Actual.
Jung, C.G. Recuerdos, sueños y pensamientos (2001) Barcelona: Seix Barral. Cap. Sigmund Freud.
López-Pedraza, Rafael. Anselm Kiefer. La Psicología de “Después de la catástrofe” (1996), Caracas: Festina Lente.
López-Pedraza, Rafael. Anselm Kiefer. The Psychology of “After the Catastrophe” (1996), New York: George Braziller.
En Youtube:
Canal Casa Jung, Jung y el nazismo. Documental.
https://www.youtube.com/watch?v=isgsLfEM2-Q
Margarita Méndez. Psicólogo Social, UCV. Analista Didacta de la Sociedad Venezolana de Analistas Junguianos y Miembro de la International Association for Analytical Psychology. Su interés fundamental se centra en la integración del cuerpo psíquico al análisis junguiano. Ha escrito artículos sobre el tema y ha dictado conferencias y talleres en múltiples congresos nacionales e internacionales.
Luis Galdona (Caracas, 7 de diciembre de 1947). Médico Psiquiatra en ejercicio privado desde 1975. Analista junguiano, miembro de la International Association for Analytical Psychology desde 1995 y fundador y Analista Didacta de la Sociedad Venezolana de Analistas Junguianos desde 1998. Cinéfilo convicto y confeso, estudioso de la psique y la imagen.
legaldona@gmail.com