Recientemente se publicaron en esta página dos textos de indudable relevancia: la traducción de Complejos culturales en la historia de Jung, Freud y sus seguidores de Thomas Kirsch, que hice con Margarita Méndez, y el artículo Maleta bípeda migrante. Contenedor de una psique en transición, de Carolina Chirinos. En relación con los mismos y para proponer una reflexión de ambos, he pensado agregar el presente texto sobre los complejos culturales y el arquetipo del exilio, temas en los que he trabajado durante cierto tiempo.
La relación de estos temas con los textos publicados es obvia y considero que esta revisión de algunos conceptos y el recordatorio de otros puede complementar los planteamientos que en aquellos se expone y estimular una reflexión más profunda. La relevancia de los conceptos de inconsciente cultural y complejos culturales motiva cada día un mayor interés en aquellos que nos dedicamos al estudio de las infinitas variaciones de lo psíquico, en su expresión individual por supuesto, pero también en la vertiente colectiva.
En el primer caso, el artículo de Thomas Kirsch propone un punto de vista sobre el muy debatido tema del supuesto antisemitismo y hasta la postura pro-nazi de Jung, sugiriendo un punto de vista alternativo para la comprensión de ese conflicto entre las partes que atacan o defienden la postura del fundador de la psicología analítica con respecto al tema judío. El texto tiene la peculiaridad de ser escrito por un analista junguiano judío, con una revisión pormenorizada de los antecedentes históricos del problema y, lo más destacado, la experiencia personal del mismo.
Kirsch resume el sustrato inconsciente de esa confrontación cuando en el párrafo de cierre de su artículo, afirma:
Quisiera concluir reiterando el punto que considero central en este capítulo: la forma como llevamos la relación de Freud y Jung dentro de nuestras psiques individual y colectiva —su colaboración, su disputa, la historia posterior de los grupos que se formaron alrededor de cada uno de ellos y la teoría y práctica que creció alrededor de su trabajo y sus «escuelas»— constituye y ha contribuido a la creación de un «complejo cultural» que habita dentro de cada uno de nosotros y de los grupos con los que nos identificamos y/o vemos como rivales. Estos «complejos culturales» de las tradiciones Jung-Freud que llevamos dentro de nosotros mismos y nuestro grupo nos ayuda a definir nuestra identidad profesional y cómo interactuamos con nuestro mundo profesional —para bien o para mal.
Chirinos por su parte, nos lleva desde una imagen del arte —la escultura Los migrantes de Francisco Pereira— a través de las referencias históricas y las imágenes míticas y literarias que son expresión de un contenido universal, vale decir arquetipal, de los seres humanos en situación de abandonar por fuerza o por necesidad su espacio geográfico. Con las implicaciones relativas al espacio psíquico y aun psicosomático que el cambio geográfico implica. Una reflexión que se refiere las implicaciones de la migración y el exilio.
Lo relativo a migración y exilio pueden ser vistos también —y esa es la propuesta de este texto—como un complejo cultural, aglutinado en torno a un arquetipo: el arquetipo del exilio. Temas que tienen una urgente emergencia en todo el orbe, con cientos de millones de personas desplazadas y exiliadas y que, en el caso de nuestro país Venezuela, alcanza cotas inimaginables: más de 7 millones de emigrantes, lo que significa más de un veinte por ciento de la población general.
Inconsciente personal, colectivo y cultural
La idea de un espacio psíquico inaccesible a la conciencia, con contenidos, características y funciones propias e independientes que influyen y hasta determinan la actividad consciente, es la que da origen al concepto de inconsciente dinámico a comienzos del siglo pasado. Es Sigmund Freud el pionero de estos estudios, a través de su concepción del inconsciente personal, concebido como repositorio de las experiencias sobre todo infantiles del sujeto, reprimidas a lo largo de la historia individual.
Este concepto implica una verdadera revolución en el pensamiento de Occidente, que ocurre a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Una revolución comparable en sus efectos a la que ocurre en su momento con la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin en 1859. En ella se cuestiona científicamente la naturaleza divina del origen del ser humano, concibiéndolo como el resultado final de un proceso de selección que arranca de la vida animal. Sigmund Freud publica sus primeros trabajos sobre la histeria en 1893 y La interpretación de los sueños en 1900, obra clave que señala el nacimiento del movimiento psicoanalítico. Las pretensiones sobre la supremacía del ego y la voluntad se topan de frente con la hipótesis de la existencia de una vida mental que ocurre fuera de la conciencia y que, sin embargo, determina el psiquismo. Un poco más tarde, hacia 1905, Albert Einstein establece los principios de su Teoría de la Relatividad, dando un giro definitivo a la concepción del espacio-tiempo y a las pretensiones de absoluto en la concepción del mundo. Simultáneamente, o casi, el trabajo de estos tres genios del pensamiento horada la estructura aparentemente imbatible hasta entonces de la religión judeo-cristiana, de la razón y del absoluto en Occidente.
Carl G. Jung va más allá en este mismo proceso, cuando amplía el concepto de inconsciente, agregando el estrato del inconsciente colectivo, un concepto relacionado con las bases instintivas y filogenéticas de la especie. Postula que los contenidos de este estrato psíquico nunca han sido conscientes para el individuo y reflejan lo que Jung mismo denominará posteriormente niveles arquetipales de la psique. Esta formulación teórica se convierte en una nueva objeción a la concepción sobre lo humano regente hasta ese momento, fundada en la trilogía del ego, la razón y la voluntad. Adicionalmente cuestiona la «singularidad» de la experiencia individual, ampliándola con los contenidos de la experiencia colectiva, que determina rasgos universales comunes a los individuos. Jung se adentra en ese estrato colectivo del inconsciente, que concibe como primariamente creativo, que funciona al servicio del individuo y de la especie. Y lo define como psique objetiva, concibiéndolo como el repositorio del potencial psíquico de la humanidad, de una especie de psique colectiva, que incluye todo aquello que excede la experiencia individual, al ser una experiencia ancestral de la especie, vivida a lo largo de incontables generaciones.
Pero Jung cuestiona además la singularidad de la personalidad, al introducir el concepto de complejo psicológico, que supone una multiplicidad de «psiques» o «personalidades parciales» que actúan en forma inconsciente y autónoma en el individuo, convirtiéndose en factores irracionales determinantes del afecto, el pensamiento, la imaginación y la conducta, con sus correspondencias somáticas incluidas. Es importante recordar que el complejo psíquico se configura alrededor de un arquetipo del inconsciente colectivo, que ejerce una atracción de los contenidos de la experiencia objetiva, la memoria y la fantasía, al igual que otros contenidos psíquicos personales. Es así como el complejo actualiza y representa al arquetipo en una particularísima expresión individual y es sólo a través del complejo como se puede acceder a esos contenidos más profundos. Ese postulado llevó a Jung a denominar el complejo psíquico como vía regia al inconsciente.
El arquetipo per se es inaccesible a la conciencia, no tiene la cualidad de ser representable; por definición pertenece a la categoría de «inconsciente propiamente dicho». La manifestación directa de lo arquetipal en la conciencia es locura. Es a través del complejo y de las imágenes arquetipales de sueños, fantasías y otras manifestaciones imaginativas y expresivas de la psique como puede establecerse una relación con el inconsciente y tener vislumbres de la existencia de los arquetipos.
Pasemos ahora a considerar sucintamente los planteamientos de Jung en relación y contraste con los postulados de las ciencias sociales. Frecuentemente utiliza el término cultura como sinónimo aproximado de sociedad, para definir un segmento o grupo de individuos diferenciado y consciente de sí. Sugiere así que la cultura se refiere a un grupo que ha desarrollado su propia identidad, tradiciones y conciencia, así como una noción de continuidad y pertenencia, que confieren un propósito de sentido y de significado común a sus integrantes.
Es necesario recordar que todos estos conceptos son definiciones operativas para el punto de vista específico de una disciplina, que pueden tener —y de hecho tienen— matices diferentes para otras disciplinas. Y en el caso de Jung el punto de vista es el de lo psicológico: sus teorías expresan un intento de definir cómo y por qué lo cultural y lo social se expresan en la psique individual. Las ciencias sociales tienen su foco predominante en lo grupal, lo cultural propiamente dicho, que se hace evidente y observable desde fuera. Lo psicológico supone la existencia de procesos internos, subjetivos, no observables sino a través de recursos muy específicos de la disciplina.
De acuerdo con Samuel Kimbles, coautor del texto La teoría emergente de los complejos culturales, la relación entre la psicología analítica y la cultura ha sido, cuando menos, ambivalente. En ese trabajo enuncia tres características que, en su opinión, matizan la aproximación de Jung a los temas culturales, a saber: primero, la impresión de Jung de que las tendencias racionalistas y eurocéntricas de la cultura dominante han alienado a muchos occidentales de sus raíces instintivas. Segundo, que en su conceptualización del inconsciente colectivo Jung hizo una serie de suposiciones que privilegiaron las actitudes y valores de su propia cultura occidental, pero que simultáneamente desestimaron las actitudes y valores de las culturas tradicionales. Y por último, que el concepto de inconsciente colectivo fue definido de tal manera que no dejó un espacio, un campo de expresión para la matriz cultural, en coexistencia e interrelación con los estratos personal y arquetipal de la psique.
La visión junguiana clásica ha ahondado, por una parte, en la búsqueda de lo universal en lo individual. De allí la importancia del concepto de los arquetipos del inconsciente colectivo, comunes a individuos y grupos humanos disímiles. Esto ha tipificado ciertos patrones que unifican y dejan un poco de lado la diversidad cultural que se evidencia en la expresión de lo humano, más allá de la relativa homogeneidad que el arquetipo supone. Por otra parte —algo que puede verse como contradicción o como paradoja— ha puesto un fuerte acento en el proceso psíquico individual, modelado y vivido a partir de la experiencia única y personal de lo arquetipal. El epítome de esa visión centrada en la psique personal aparece en el conocido concepto de la individuación. Este proceso supone que el individuo tiende a alcanzar una diferenciación y contraste con el colectivo que amenaza con contaminaciones e interferencias (carácter negativo de eso colectivo), tiende a aproximarse a una actualización de todos sus potenciales personales diferenciados, manteniéndose sin embargo en relación con el conjunto humano al cual pertenece.
Las consideraciones sobre el colectivo y las diferencias culturales correspondientes aparecen en un momento relativamente reciente. Es Joseph Henderson en su obra Actitudes culturales en perspectiva psicológica, publicada en 1984, quien enuncia el concepto de «inconsciente cultural», o «nivel cultural de la psique». Esboza así en forma diferenciada un espacio psíquico entre el nivel personal y el nivel arquetipal de la experiencia psicológica, de la manera de estar en el mundo. El inconsciente cultural define un nivel grupal del inconsciente que no es ni personal ni estrictamente colectivo, una especie de estrato intermedio que interactúa con estos niveles; un estrato a través del cual se relacionan los dos primeros. En palabras del propio Henderson, el inconsciente cultural define:
… un área de memoria histórica que yace entre el inconsciente colectivo y el patrón manifiesto de la cultura. Puede incluir ambas modalidades, consciente e inconsciente, pero tiene una especie de identidad que surge de los arquetipos del inconsciente colectivo, que contribuyen en la formación del mito y el ritual y también promueven el proceso de desarrollo en los individuos.
Henderson describe incluso una tipología para ese nivel cultural de la realidad psíquica, refiriéndose a cuatro actitudes culturales básicas: social, religiosa, estética y filosófica, que se definen por sí mismas. Relaciona estas actitudes con los tipos psicológicos descritos por Jung, llegando a una aseveración que merece ser destacada cuando dice:
No importa cuán fielmente desarrollemos las cuatro funciones o las comprendamos en otras personas, éstas no explican la existencia de valores religiosos, filosóficos, estéticos o sociales. De allí que exista una notable diferencia entre sujetos de idéntica tipología de personalidad si tienen una orientación diferente en cuanto a la cultura.
Posteriormente añade otro concepto de particular importancia al afirmar:
Esto sugiere que un prerequisito para la madurez psicológica radica tanto en obtener madurez cultural como en desarrollar la propia personalidad en el contexto de una situación de vida individual.
Kimbles en el trabajo mencionado concluye:
El concepto de inconsciente cultural nos permite comenzar a hacernos conscientes del tejido conectivo en el cual la vida grupal puede ser vivida, encarnada y estructurada dentro y fuera del individuo… El inconsciente cultural viene a ser la manera de comprender una dimensión simbólica de la experiencia humana creada por las interacciones humanas, las narrativas y las imágenes que han sido preservadas y transmitidas…
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Complejos culturales
Asociando la teoría de los complejos de Jung con el concepto de inconsciente cultural de Henderson, los autores Thomas Singer y Samuel L. Kimbles elaboran su teoría de los complejos culturales. De la misma manera que los complejos personales emergen del inconsciente personal en su interacción con los niveles más profundos de la psique (ya vimos que el complejo personal se aglutina alrededor de uno o más arquetipos), el complejo cultural surge del inconsciente cultural en su interacción tanto con el nivel arquetipal por una parte, como con el nivel personal del psiquismo por la otra.
En cuanto a sus características, al igual que el complejo personal el complejo cultural tiende a ser autónomo, repetitivo y resistente a la conciencia. Es un fenómeno que estructura rígidamente la experiencia emocional, pero también —y sobre todo— las percepciones, ya que va coleccionando experiencias que confirman su punto de vista histórico e incrementan su carga energética. Dado su carácter bipolar, adhiere al ego uno de sus polos (en este caso un ego o una conciencia grupal), proyectando el opuesto en otro grupo. Esto se observa con bastante claridad en la identificación que los individuos hacen con su grupo, percibiéndose a sí mismos con las características que el grupo se apropia. Las características opuestas se proyectan en los otros. Nosotros y los otros, son categorías que caracterizan estos dinamismos.
También el complejo cultural tiene su propio lenguaje corporal y sus somatizaciones particulares; podríamos añadir que sus emblemas y símbolos particulares, capaces de activarlo. Por último, el complejo cultural provee certezas simplistas, reductivas, monotemáticas, que suelen ser defendidas con furia —la autonomía afectiva del complejo— y que se oponen a una visión más amplia, discriminadora entre las incertidumbres inherentes a lo humano. No hay sino que observar estos fenómenos en los extremos que se manifiestan en las sectas.
Tales complejos culturales usualmente tienen que ver con el trauma y el sufrimiento (cuando afecta un colectivo, un grupo, así como el complejo personal se relaciona con el trauma y el sufrimiento individuales); tiene que ver con la discriminación y los sentimientos de opresión e inferioridad que se han dado históricamente entre los diferentes grupos humanos en su relación de frecuente enfrentamiento entre sí. Una gama muy amplia de situaciones sociales puede ser contenida y expresarse en estos complejos, pero quisiera mantener en mente que quizás se pueda establecer un denominador común a todas: el poder en cualquiera de sus manifestaciones, cultas o perversas. En este sentido es clave la diferenciación entre el concepto psicológico de la pulsión de poder por el poder mismo, que se configura como «posesión» de un individuo y su grupo y el poder como autoridad: una forma de organización y jerarquía que culturalmente existe en todo colectivo humano.
Es fácil comprender también cómo el ego individual puede identificarse y aun quedar asimilado por un complejo cultural que puede tener una capacidad de escisión —para resultar en las «psiques parciales» del grupo— incluso más poderosa que la de un complejo personal. En muchas situaciones esta identificación con el complejo cultural sirve como defensa en contra de un complejo personal más doloroso y conflictivo para el individuo. En este mecanismo se inscriben muchas de las observaciones de la llamada psicología de masas, situaciones en las cuales se pierde la capacidad de diferenciación y valoración personales y se adopta y se actúa en forma ciega el contenido activado en el inconsciente cultural, cargado con intensas emociones y sentimientos.
Singer resume el concepto de la siguiente manera:
Los complejos culturales se basan en experiencias históricas, repetitivas, que se han arraigado en el inconsciente cultural del grupo. En cualquier momento oportuno, estos complejos adormecidos pueden activarse en el inconsciente cultural y tomar la psique colectiva del grupo y, por esta vía, impactar la psique de sus miembros. La sociología subjetiva (interna) del complejo cultural puede hacer presa de la imaginación, la conducta y las emociones de la psique colectiva y desencadenar fuerzas tremendamente irracionales en nombre de su propia ‘lógica’.
Kimbles enuncia cinco elementos clave de una definición in progress de los complejos culturales, a saber:
En relación con este último elemento vale la pena mencionar las consideraciones de Jung en Sueños, pensamientos, reflexiones, cuando se refiere a tres estadios del proceso de individuación no necesariamente sucesivos. Planteamientos en los cuales puede verse una diferenciación que se aproxima al concepto de complejo cultural. En un primer estadio —que correspondería a las culturas en las cuales prevalece lo colectivo sobre lo individual y es eso colectivo lo que le confiere contención e identidad al individuo— existe un «secreto» que el individuo está comprometido a guardar. Un secreto que se convierte en factor aglutinante y que le confiere una identidad de grupo. Cuando no existen secretos verdaderamente válidos, se inventan o se traman misterios a los cuales se admite sólo a los iniciados privilegiados. Este sería el estadio intermedio, que Jung asocia directamente con la «sociedad secreta» y con las identidades colectivas, incluyendo los «ismos». Al respecto dice:
Tales individualidades colectivas son muletas para los lisiados, escudos para los tímidos, lechos para los perezosos, guarderías para los irresponsables; pero igualmente son refugios para los pobres y los débiles, un puerto para los náufragos, el seno de una familia para los huérfanos, una tierra prometida para vagabundos desilusionados y peregrinos fatigados, un rebaño y un redil seguros para las ovejas perdidas, y una madre que provee nutrición y crecimiento.
Y agrega:
Sería, por tanto, equivocado considerar este estadio intermedio como una trampa; por el contrario, por un largo tiempo por venir representará la única forma posible de existencia para el individuo, que parece hoy en día más amenazada que nunca por el anonimato. La organización colectiva es todavía tan esencial hoy que muchos la consideran con cierta razón, como el objetivo final; en tanto que exigir pasos adicionales en el camino hacia la autonomía parece arrogancia o hybris, fantasía pura o simple locura.
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Complejo y arquetipo del exilio
De esa multitud de temas tentadores para ahondar en su estudio y por ende en la comprensión de algo que con frecuencia adquiere visos francamente caóticos, hemos escogido el de la emigración y el exilio que la acompaña como ejemplo de los complejos culturales, porque forma parte del imaginario colectivo venezolano actual. Es un tema que aparece tanto en aquellos que han optado por emigrar literalmente del país, como en otros que permanecemos en él, sintiendo o pensando que queremos, o debemos, irnos o quedarnos. Sin perder de vista las situaciones de exilio interior que también se observa en muchas situaciones individuales.
Tras el tema de la emigración —que se ha activado por un tiempo ya largo de nuestra historia reciente— subyace obviamente la imagen del exilio, una situación que el ser humano ha vivido desde los mitos hasta la historia. Desde la pérdida de los paraísos de la gracia y la inocencia presentes en mitos y leyendas de todas las culturas —que constituyen exilios primordiales—, hasta el abandono forzoso de la patria por parte de los desplazados de incontables dictaduras, genocidios y guerras de toda clase, el ser humano tiene estas situaciones «codificadas», por así decirlo, en su experiencia colectiva. De manera que el exilio tiene características arquetipales: puede hablarse con propiedad de la existencia de un arquetipo del exilio. Y en consecuencia puede hablarse de un complejo cultural del exilio, cuando esa situación se materializa y se configura como necesidad para los individuos de un determinado colectivo. Complejo cultural y arquetipo del exilio que tienen sus repercusiones y equivalencias en el nivel personal de los complejos.
Sin pretender analizar en detalle un tema tan actual y tan complejo, porque excedería el propósito y extensión del presente trabajo, proponemos entonces como hipótesis que la situación socio-política y económica presente en Venezuela en los últimos años ha constelizado el arquetipo del exilio en los venezolanos y el correspondiente complejo cultural del exilio. Esto se manifiesta con variedad de matices. Están aquellos que han decidido irse a vivir fuera del país esperando mejorar sus condiciones de vida y evitar los riesgos que sienten de quedarse, exponiéndose a otros que resultan eventualmente mortales. Existen otros que han tenido que emigrar por causas políticas o jurídicas. Están otros que viviendo aún en el país con sentimientos de aislamiento, exclusión y persecución, fantasean con frecuencia con la idea de tener que irse. Por último, están aquellos que viven en el país con la sensación de estar exilados por la pérdida de centro, por la pérdida de las referencias conocidas y por el sentimiento de sentirse ajenos en su propia patria. Es decir, desde el emigrante o exiliado voluntario, pasando por el exiliado propiamente dicho y concluyendo en el exilio interno, en la percepción de extrañamiento aun dentro de su espacio geográfico, cultural y social, vale decir, psíquico. Una topografía de complejidades personales y sociales que en todas sus variantes tiene nocivas repercusiones.
Como complejo cultural, esta dinámica psíquica tiene relación con el consciente y el inconsciente colectivos, al igual que con el consciente y el inconsciente personales, en un terreno intermedio que, siguiendo a Henderson, denominamos inconsciente cultural. Tanto el estrato personal como el colectivo suponen un aspecto consciente y otro inconsciente. Igualmente, el estrato cultural tiene también un correlato que postulamos como consciente cultural, donde reside todo aquello que sabemos de nuestra cultura, de nuestra idiosincrasia, de nuestra manera de estar en el mundo, de nuestra manera de ser y relacionarnos con los demás, de nuestra posibilidad, en fin, de imaginar nuestros espacios y nuestras opciones.
Ojalá estos recordatorios y reflexiones estimulen la ampliación y discusión de aspectos que revisten indudable importancia para la comprensión de rasgos destacados del psiquismo individual y colectivo.
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Bibliografía
Henderson, Joseph L. Cultural attitudes in psychological perspective. Inner City Books, Toronto, Canada, 1984.
Jung C. G., Jaffe, Aniela. Memories, dreams, reflections. Recorded and edited by Aniela Jaffe; translated from the German by Richard and Clara Winston. Vintage, New York, 1963.
Singer, Thomas, Kimbles, Samuel L. The cultural complex: contemporary Jungian perspectives on psyche and society. Brunner-Routledge, New York, 2004.
Caracas, agosto 2022.
Luis Galdona (Caracas, 7 de diciembre de 1947). Médico psiquiatra en ejercicio privado desde 1975. Analista junguiano, miembro de la International Association for Analytical Psychology desde 1995 y fundador y Analista Didacta de la Sociedad Venezolana de Analistas Junguianos desde 1998. Cinéfilo convicto y confeso, estudioso de la psique y la imagen.
legaldona@gmail.com
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