San Cristóbal, 12 de febrero del 2022.
El tema de esta charla es el ánimus en la mujer contemporánea. Este es un tema ampliamente revisado y que ha generado muchísimas reflexiones desde que Jung lo planteó. Hoy en día, existe una discusión por parte de algunos analistas junguianos, quienes cuestionan que este arquetipo esté ligado a la noción de género. Sin embargo, aquí me voy a dedicar a explorar lo que ha significado el ánimus en la naturaleza femenina, según Jung y otros estudiosos, entre otros: Bárbara Hannah, Whitmont, Samuels, Claire Douglas, Stevens y Verena Kast.
Como todos los arquetipos, el ánimus es actualizado a través de la experiencia personal y a lo largo de la vida. No sólo en relación con el padre, sino también en relación con hermanos, maestros, jefes. En general con figuras de autoridad en las instituciones, en la política, en la religión, en el entorno, con los cuentos, los mitos y la cultura. Estos primeros activadores del ánimus tienen una profunda influencia en las características fenomenológicas que preexisten en el inconsciente personal y colectivo y persisten durante toda la vida.
El problema central es la carencia de una consciencia plena. Es decir, no llegamos habitualmente a un desarrollo pleno de la consciencia. Por ello, nos podemos preguntar: ¿Por qué hay tantas personas que no pueden adquirir un nivel de consciencia integral? ¿Por qué en una gran mayoría de hombres y mujeres los componentes psíquicos vitales (ánimus-ánima-sombra-funciones inferiores) se mantienen predominantemente inconscientes con el resultado que unos pocos logran realizar el camino hacia la individuación?
Una de las razones, y esta puede ser solo una respuesta parcial, la expresa Whitmont señalando un principio de inercia psíquica en el ser humano. También, parece ser otra razón, la dinámica de los complejos parentales, que genera representaciones internas que pueden ser inhibidoras de un crecimiento más armónico. La impronta de todo esto, aparece reflejada en los roles y los juicios morales que permanentemente sirven de críticos al individuo y que, además encarcelan cualquier aspecto del self que consideran inaceptable para la cultura donde viven. Desde la infancia hay represión moral y críticas, que procuran que el self se adapte a principios de la moral familiar y cultural que la circundan.
En la cultura patriarcal sabemos que hemos tenido roles muy rígidos sobre lo que se supone corresponde a lo femenino y a lo masculino. Esto resulta en desarrollos psíquicos paralizados y comportamientos neuróticos. Por supuesto, si hay muchas fallas en la evolución de la consciencia van a haber muchos contenidos predominantemente inconscientes.
Existen proyecciones de un ideal acerca de lo femenino y de lo masculino. Esas proyecciones dan origen a cierta rigidez en el desarrollo psíquico, así como, unilateralidad y fragmentación. Históricamente se ha circunscrito a la mujer sólo a los roles del matrimonio y la maternidad. Sin embargo, como fruto de encomiables luchas, nos encontramos ya en una época con mayores posibilidades para la mujer de participar en otras áreas de la vida social. No por ello puedo dejar de señalar que, desafortunadamente, por enantiodromía y casi inevitablemente, algunos sectores polarizados de los movimientos feministas, se movilizaron casi exclusivamente para exaltar y reivindicar las virtudes de la profesionalización, el trabajo fuera de casa, del éxito económico, político y social, la ambición y de la lucha por el poder (atributos tradicionalmente exclusivos del hombre), dejando a veces de lado el amor, el cuidado de los hijos, de la familia y de la pareja (atributos que tradicionalmente parecían exclusivos de la mujer).
Recién hemos tenido la oportunidad de ver la película La hija oscura. En ella observamos los efectos de un complejo materno muy terrible en la protagonista. Fue alto el precio que pagó por haberse permitido vivir otros arquetipos y otras metáforas. Estamos en un momento en el que nos encontramos con realidades muy distintas. Pero existen cambios. Hay movimientos en las estructuras del patriarcado, de algunos mitos patriarcales que están resquebrajados; las instituciones tradicionales ya no son referentes comunes que nos cubren a todos. Pareciera que tenemos ahora una gran cantidad de posibilidades ¿Qué va a pasar con esto? ¿Qué va a salir de todo esto?
El ánimus como imago de lo masculino inconsciente es opuesto a la persona, que está afuera, la máscara. López-Pedraza planteaba que los cambios en la posición de la mujer fue el suceso más importante de los últimos tiempos. Consideraba muy difícil que la mujer tuviese instrumentos para lidiar con esto y que los hombres menos. Y entonces lo que aparece a manera de instrumentos son cosas del ánimus. Si reflexionamos sobre la feminidad nos encontramos que la mujer ya no la vive adentro, en su ánima, lo que vive ella es una imagen de ánimus, lo cual es producto del ánimus colectivo.
También hay mujeres que viven su naturaleza femenina tan exclusivamente que no tienen ánimos para salir a la palestra, mujeres que dentro de su feminidad son poquita cosa y no tienen como vehículo un ánimus para moverse en el mundo. Hay también cantidad de mujeres que quieren a través del ánimus romper el arquetipo de la mujer. Si la mujer actuara desde sus intuiciones femeninas haría un gran aporte. Siguiendo al maestro López-Pedraza, nos encontramos que él planteó dentro de sus valorizaciones en relación con el arquetipo del ánimus, una duda, acerca de si puede concebirse como un arquetipo, porque el ánimus no tiene límites; como Prometeo que no es arquetipo, porque carece de límites.
Existe la queja, de que el ánimus se ha discutido mucho en la psicología junguiana a nivel teórico, pero muy poco se ha dicho cómo este arquetipo funciona en la vida cotidiana. Esto preocupa, porque es obvio que en la psique de cada cual existen fuerzas invencibles trabajando, las cuales la razón no ha podido controlar. Igual como Jung señaló, en la vida el único lugar en el que queda una esperanza para nosotros es tener la posibilidad de conciliar esas fuerzas en lo individual. Entonces, aunque voy a tratar de aproximarme lo más posible a la implementación práctica de los conceptos junguianos, todos sabemos que sólo podemos tocar algunos fragmentos en la vastedad de los problemas que se confrontan cuando nos acercamos al tema del ánimus.
Siguiendo la noción inicial de Jung, el término ánimus se entiende como el espíritu masculino en la mente inconsciente de la mujer. El ánima como sabemos es el término junguiano para el alma de lo femenino en el hombre. Por lo tanto, es una contradicción decir que el ánimus es el alma masculina de la mujer. Aunque en latín la palabra ánimus significa intelecto, memoria, consciencia, carácter y espíritu también equivale a mente, pero se puede usar como coraje, vivacidad, valentía y voluntad. En la psicología junguiana se usa primordialmente para destacar el fenómeno del espíritu en la mujer y el contraste entre el alma femenina (ánima) y el espíritu masculino (ánimus), nos dan una mirada valiosa en la diferencia entre estas dos figuras.
Sin embargo, el aporte de Whitmont es muy apropiado para el siglo XXI. Él hace un buen trabajo al traducir los complejos ánima y ánimus como cualidades Yin y Yang; pero eso no resuelve la polarización de la cultura, ni el estereotipo que creó el propio Jung al asociarlos a Eros y Logos. Eso puede resultar muy reductivo para el mundo actual: Eros igual ánima y Logos igual a ánimus, es decir, puede sentirse como una sobre-simplificación. Por eso me gusta como Bárbara Hannah lo llama: “el espíritu de la verdad interior en la mujer”. Eso es mucho más adecuado para un ánimus superior. Logos puede ser una fase intermedia del ánimus, pero nunca su máxima expresión.
En la vida real la mujer no consigue relacionarse con la totalidad del ánimus sino con aquella parte que más bien en su mayoría es un sustituto de opiniones para el espíritu de la profundidad. Esto es el espíritu de racionalización que incansablemente se ocupa de dar opiniones que parecen lógicas, por lo menos desde el punto de vista de la mujer o del colectivo. Podemos ver a veces, que el ánimus se enreda con la sombra, pero no es lo mismo, ya que la sombra consiste en represiones de lo personal. No debemos olvidar que el ánimus es dual, tiene un aspecto positivo y otro negativo.
Whitmont plantea que el ánimus es el corolario del ánima en el hombre y representa en la mujer lo masculino recesivo o aspecto Yang, su urgencia para la acción, su capacidad para el juicio y la discriminación. Si estas funciones no son suficientemente conscientes la mujer puede juzgar a las cosas, las circunstancias y especialmente a los hombres desde la autoridad de la imagen inconsciente y los patrones emocionales que están ligados a esa imagen, en vez de sus propias cualidades.
Cuando se está dominado por el ánimus inferior se está dirigido por nociones preconcebidas, prejuicios y expectativas; se es dogmático, argumentativo y se tiende a afirmaciones y generalizaciones. Cuando el ánimus nos posee se argumenta no para descubrir la verdad sino para tener la razón, ganar y decir la última palabra. Se prefiere tener la razón que descubrir la verdad de las relaciones humanas.
Podemos observar en la consulta mujeres muy abrumadas cuando se encuentran en cargos gerenciales y corporativos, que asumen roles de poder y, se tornan autoritarias, dejando por fuera las tareas de lo cualitativo femenino.
Otra demanda actual es mantenerse bella, ser objeto de placer y así, la mujer puede perderse en la propaganda avasallante del mundo materialista y machista. El exceso de trabajo, acompañado de demandas del cuido de la estética actual y las exigencias de lo masculino en el hogar puede llevarles a ser madres y esposas abrumadas e irritables. Unas grandes preguntas son: ¿Cuánto tiempo queda para sí misma y mantener el equilibrio de los arquetipos femeninos en las pocas horas que les dedica a sus relaciones personales y a constituir hogar y familia? ¿Cuánto tiempo puede resistir una mujer sin que su psique resulte afectada, si está dominada por estas demandas? Por ello analistas como Whitmont proyectan para el futuro una necesidad de que se activen los arquetipos de la feminidad y esta toma de consciencia se refiere a la necesidad de un renacer de arquetipos de lo femenino tanto en las mujeres como en los hombres.
El problema del ánimus es el problema por excelencia para cada mujer moderna. También es un tema central, aunque indirectamente para cada hombre moderno, porque este concepto es la llave que abre una cantidad de misterios para él, por ejemplo, en su esposa, cuando se le hace incomprensible su comportamiento. Esto proviene del hecho que ya hay varias generaciones de mujeres que están viviendo el mundo que les toca vivir de una forma que pareciera que han perdido el equilibrio de su opuesto. Entonces hay muchas mujeres que salieron de honrar solamente el ser esposas y madres o de repente tías, para entrar en la profesionalidad regida por arquetipos, prototipos, estereotipos y condicionamientos de la cultura patriarcal.
EL patriarcado ha sido fuente de un dogmatismo femenino. Estamos hablando de un ánimus femenino inferior cuando por ejemplo los movimientos feministas toman posturas en su accionar sólo hacia reivindicaciones profesionales y laborales. Movimientos que en lo evolutivo han sido necesarios y que en la actualidad deben apuntar a estimular el renacimiento de los arquetipos de lo femenino de los seres humanos y en su relación con nuestro planeta.
Jung decía que lo más meritorio que podía hacer una mujer era trabajar sobre su propio ánimus. Esto no lo puede hacer hasta que realmente no haya lidiado con los problemas de la sombra. Y para eso entonces tenemos todo el trabajo individual que requieren estas conexiones inconscientes. Jung hizo una aproximación al trabajo con el ánimus que me parece relevante para el análisis de lo masculino inferior y que lo podemos ver en nuestras consultas. Habló de que una mujer tiene que hacer la diferencia entre ella y el flujo de pensamientos que están en su cabeza. No puede asumir que los demás piensen lo mismo, porque sus pensamientos están dentro de ella. Debe criticar esos pensamientos, ideas, sensaciones y emociones y realmente asumir si son de ella o no.
Cuando nos posee un ánimus negativo muy infra-desarrollado o inferior produces opiniones y puedes preguntarte: ¿Realmente esa eres tú? ¿Puedes sostener esa verdad como tuya? ¿De verdad estás de acuerdo con esto que dices? ¿Estás convencida de que las cosas son así?, ¿Estás convencida que eso es así? Generalmente, entonces, se da cuenta que ella no está pensando desde sí misma y tiene que preguntarse de quién sería esa opinión. Entonces a lo mejor dice que su papá hacía esas aseveraciones o alguna otra autoridad, o a lo mejor lo leyó en algún periódico. En algunas pacientes vemos que si podemos negociar desde Eros esta relación sería mucho mejor porque ya no nos involucramos de una manera enjuiciadora, sino que más bien nos comportamos desde nuestro lado femenino.
Jung habla en las Visiones que el proceso alquímico de aprisionar el ánimus y el ánima es con el propósito de la transformación, es realmente un proceso de sublimación. Esas discusiones en que uno se engancha desde el juicio u opiniones hay que encapsularlas, someter esos aspectos del ánimus. Si lográsemos la sumisión del ánimus, la vida de la mujer pasaría a ser total responsabilidad de ella. Esto no es nada sencillo, es muy difícil, tenemos muchos miedos y no nos gusta ver la realidad. Pero si lo hemos asumido ya no podemos seguir engañándonos. Tenemos que tomar las cosas desde el vivir, ver y hacer; eso es una gran responsabilidad y muestra una coherencia en el vivir.
El ánimus tiene un lado positivo. A través de este complejo la mujer expresa no sólo opiniones convencionales sino también lo que llamamos espíritu, ideas filosóficas o religiosas en particular o más bien la actitud que resulta de ellas. Así que el ánimus es en sí un psicopompo, un mediador entre el consciente y el inconsciente y una personificación de este último. Igual como el ánima también genera relaciones y vínculos en la consciencia masculina, el ánimus le da al ser humano una consciencia y capacidad para la reflexión y el autoconocimiento.
Cuando el ánimus funciona mejor es un sistema dinámico que tiene una función homeostática, manteniendo un equilibrio psíquico para balancear cualquier hipertrofia o cualquier unilateralidad o exageración. Un desarrollo psicosexual sano es primordial para el balance del Yin y el Yang. En un entorno parental adecuado el ánimus o el ánima se activan en un complejo bien diferenciado que influencian de una forma más benevolente y constructiva la personalidad y la vida afectiva del individuo. Siendo esto así, puede surgir una mujer activa, valiente, fuerte, energética, que evidencia un ánimus bien desarrollado y que no la perturba mientras no desplace la orientación consciente femenina, ni trastoque su vida normal instintiva.
Para finalizar, quisiera explicar desde mi comprensión lo que Bárbara Hannah define como ánimus superior, es decir, lo que ella tan poéticamente ha llamado “el espíritu de la verdad interior en la mujer”. Esto significa para mí, una búsqueda e intención constante, perpetua, disciplinada e incluso severa de sólo articular pensamientos que me son genuinos, es decir, que parten de una esencia auténtica, realmente mía, destilada de todo lo que he oído, visto y leído, porque es coherente con mi sentir y con lo que percibo en la situación específica y particular que tengo frente a mí. A eso creo yo que se refiere Hannah como el “espíritu de la verdad interior en la mujer”; no es un asunto espiritual, religioso o trascendente, se refiere al “espíritu-propósito-motivación o razón genuina del corazón”. La respuesta más auténticamente mía que puede dar mi corazón de cara a la situación específica frente a mí.