El presente texto fue leido en la presentación del libro de Sylvia Brinton Perera el 9 de marzo de 2023, publicado por la Editorial Sirena de los Vientos, que se reproduce aquí por gentileza de su autora.
Con el tema del descenso de la diosa entramos en la revelación de los misterios que sólo vivenciados nos asombran de lo arquetípico que nos sustenta en el mundo.
Ella comprende en su alma y en su cuerpo el ritmo de la vida y los movimientos de la pasión que la impulsan, toman lugar y se revelan.
La diosa comprende el mundo, lo revela y nos entrega la vida. Nos dona la pasión y su cuerpo es goce, creación, dueña de sí, vive su cuerpo y su deseo.
La diosa se dirige a la profundidad de sí misma y conoce esos espacios inciertos de constante transformación y transmutación de la vida. Moradas desconocidas reveladoras de misterios y arcanos del ser y del devenir.
Inanna, Diosa Madre con poderes creadores, inicio de todas las realidades vivientes, marcó los inicios de la civilización. Posee poderes fertilizadores y generadores de vida. Es divina y humana.
El descenso de Inanna, la reina sumeria del cielo y de la tierra, es de los mitos más antiguos y numerosos relatos mitológicos recrean el descenso de la diosa, tal es el caso del mito griego Core-Perséfone o las brujas de los cuentos de hadas entre otros.
Mitos agrícolas donde el hijo representa la semilla enterrada hasta que reaparece con la forma de planta que comienza a brotar. Las plantas maduran hasta ser cosechadas y el ciclo entero vuelve a representarse. Procesos de fertilización, crecimiento y cosecha.
En los llamados Misterios de Eleusis consagrados a Deméter griega, comienzo de la primavera y el otoño, incluían rituales secretos destinados a los iniciados, durante los cuales la persona moría con relación a su vida pasada y su alma retornaba a los orígenes antes de renacer. Era la representación simbólica del descenso y el regreso de la divinidad. El misterio propiamente dicho consistía en la relación de que la vida se transforma sin cesar, la vida naturaleza, la humanidad y la diosa encarnan dicho proceso.
Sófocles, siglo V a.C., declaró lo siguiente: «Triplemente benditos son los mortales que han visto esos ritos y por consiguiente, entrado en el Hades; la vida sólo existe para ellos y para los demás todo es desdicha».
En el descenso tiene que pasar por siete puertas. Va vestida para una boda o un rito de seducción.
En la primera Inanna es detenida. El guardián informa de que es Inanna del lugar por donde sale el Sol, pide la admisión para presenciar el funeral de Gugalanna, el esposo de Ereshkigal hermana de Inanna quien gobierna el inframundo. Señora del Gran Lugar o del Gran Abajo.
Da la orden que la diosa del mundo superior sea tratada de acuerdo las leyes aplicables a cualquiera que entre en su reino, y por tanto que sea llevada ante ella desnuda y postrada. Léase, humillada, desprotegida.
El guardián sigue las órdenes y quita una pieza de la magnífica vestimenta y ornamentos de Inanna en cada una de las siete puertas del inframundo. Inanna es juzgada por los siete jueces y la condenan a muerte. Ereshkigal , su hermana, mata a Inanna y la cuelga de una estaca. Enki el dios de las aguas y la sabiduría rescata a Inanna quien al regreso por las siete puertas recupera sus vestiduras y es rodeada por demonios que deben apoderarse del chivo expiatorio que demanda Ereshkigal.
Tiene que dejar a alguien en su lugar y finalmente será su esposo Dumuzi a quien consigue sentado en el trono sin demostrar congoja por ella. Al final ella decreta que Dumuzi pase seis meses en el inframundo y seis meses en la Tierra.
Cuando los enviados van a rescatar a Inanna, Ereshkigal tiene dolores de parto, si Inanna no produce con su partida una infertilidad en el mundo natural, sí parece volver fértiles a los poderes de la muerte. La diosa de la vida muere. La diosa de la muerte pare. Unión de opuestos.
Inanna ha vencido a la muerte. Dominio sobre la vida y la muerte.
Muchas mujeres que estamos gravemente heridas en nuestra relación con lo femenino tenemos una persona bastante exitosa, una buena imagen pública, un predominio de lo intelectual, un ego-ánimus que mantiene los ideales que el superego patriarcal nos ha presentado. Cuando no podemos cumplir con las expectativas de perfección del superego, nos sentimos fracasadas.
Cuando nos definimos en relación con lo masculino, nos mutilamos, nos debilitamos, nos silenciamos y nos enfurecemos.
Nos toca buscar símbolos que sugieran todo el misterio y el potencial de lo femenino y que proporcionen imágenes que podamos usar como modelos para la vida personal.
Una imagen de la diosa como Sí mismo necesita tener una coherencia total. A mi entender, las deidades griegas son aspectos parciales de un modelo de totalidad y busco en ellas los poderes más oscuros, sombra, que se oculta en sus historias: la Gorgona en Atenea, la Afrodita Urania del inframundo, la Deméter negra. Incluso en estos relatos de Inanna el poder original de lo femenino fue degradado.
Había una necesidad de atravesar ambas regiones para restaurar un sentimiento de totalidad creadora y comprender la interacción rítmica de la vida.
El viaje de Inanna, descenso y regreso lo podemos estudiar desde cuatro perspectivas:
Lo primero, el orden rítmico de la naturaleza: las estaciones, la transformación del grano y de la uva por fermentación, la rotación del planeta Inanna que es Venus.
La historia de un proceso de iniciación a los misterios. Una puerta de entrada y de salida del Inframundo.
El camino de Inanna y sus etapas pueden representar un paradigma del descenso al reino abismal de la diosa oscura y del regreso. Inanna nos muestra el camino y ella es la primera en sacrificarse por una profunda sabiduría femenina y por la expiación.
Desciende, se somete y muere, es la experiencia del alma humana a lo transpersonal. No es pasividad sino voluntad activa de recibir.
En la iniciación exploramos diferentes modos de consciencia y redescubrir la experiencia de la unidad con el todo: naturaleza, cosmos. Se requiere que profundicemos en la recuperación de modos de consciencia, distintos a los niveles intelectuales. Nos obliga a la dimensión afectiva, la dimensión mágica y las profundidades arcaicas, encarnadas, extáticas y transformadoras, imágenes capaces de sacudir nuestro interior hasta el tuétano.
En esos niveles el ego consciente se siente abrumado por la pasión y por las imágenes numinosas. Y aunque sacudidos, destruidos, nos lanzamos de nuevo a la vida ordinaria. Esto aumenta el interés por la psicología de la creatividad.
La conexión a estos niveles de conciencia implica una renuncia a los aspectos del mundo superior del Sí-mismo a favor de los aspectos oscuros, diferentes o de estado alterado. Significa la renuncia a favor de ese territorio reprimido e indiferenciado del Ser con la esperanza de renacer con una consciencia más amplia, más resonante y más profunda. Y significa regresar con esas resonancias, ecos, susurros, sumándolas a la consciencia mental-cerebral que es la propia de Occidente.
El descenso de Inanna puede verse como la encarnación de poderes cósmicos e incontenibles en la carne que corrompe el tiempo pero también es un descenso para recuperar valores reprimidos durante mucho tiempo uniendo lo superior y lo inferior en un nuevo modelo.
Este mito nos muestra el ego ideal, o el ánimus-ego, hipertrófico y cargado de superego cuando ha sido herido por haber sido separado de sus raíces por el desprecio de la materia y de lo femenino, puede acercarse a las fuerzas oscuras de la realidad terrenal y de lo inconsciente. Se eliminan lentamente las defensas y las identificaciones de la persona en una regresión hacia los procesos originales, hacia los niveles iniciales donde nos espera la muerte de los patrones perjudiciales y el nacimiento de un ego validado, equilibrado.
También se muestra cómo pueden elevarse, estos niveles oscuros y reprimidos y cómo pueden entrar en la vida consciente a través de los trastornos emocionales y del duelo para cambiar los patrones de energía consciente, la muerte de lo masculino.
El regreso de Inanna desde el Inframundo fue al principio demoníaco, restauró la fertilidad de la tierra que fue estéril mientras la diosa estuvo ausente. Engendró un modelo de relación igualitaria y de compañerismo entre mujer y hombre y una circulatio de aprendizaje de los dos mundos.
La diosa Inanna se representaba con el símbolo del labrys, la doble hacha ritual, combina la tierra y el cielo, la materia y el espíritu, la lámpara y la luz, la abundancia terrenal y la guía celestial.
Una divinidad de la fertilidad como Deméter. Diosa de las lluvias y tormentas, nubes. Diosa de la errática estrella de la mañana y la tarde, la frontera día y noche. Representa como Hécate las regiones liminales, intermedias y las energías que no se pueden contener ni controlar. Simboliza la conciencia de la transición y de las fronteras, lugares de intersección y cruce que implican creatividad y cambio y alegrías y dudas que acompañan a la consciencia que es flexible, lúdica y poco segura.
También es la diosa de la guerra. Más apasionada que Atenea, con las energías del instinto salvaje de Artemisa. Es la diosa del amor sexual, deseo y delicias del acto sexual. Más extravertida que Afrodita. Es la diosa de las cortesanas. Prostituta suprema y ritual de los dioses. Profanar y venerar.
Posee toda la gama de afectos. Eternamente joven, dinámica, feroz, sensual, prostituta, virgen. Independiente y magnética. Una en sí misma (E. Harding )
Ereshkigal, la diosa oscura. Reina del Inframundo y de los muertos. Señora del Gran Lugar Inferior. Desde la perspectiva del patriarcado, la violación de la diosa establece el dominio masculino sobre la vida cultural consciente y relega el poder y la fertilidad femeninos al inframundo. Esta diosa se convirtió en un temible símbolo de muerte para el patriarcado y fue desterrada al inframundo. Es la raíz de todo, donde la energía está inerte y la consciencia está dormida. Es la energía que se desvanece en el inframundo, demasiado asombrosa para contemplarla, como las experiencias primarias de la infancia y la oscuridad de la luna, lugares olvidados que son el terreno peligroso sobre el que avanza la consciencia de la luz del día, la matriz primigenia. Es adversaria y vencedora de la muerte inevitable. Reina todo lo que está por debajo del horizonte de la consciencia.
En ella hay mucho de la Gorgona y de la Deméter negra: en su poder y terror, en sus terribles ojos que congelan la vida y en su íntima conexión con el no-ser y con el destino.
En el poema del descenso Ereshkigal aparece en primer lugar, enfurecida porque Inanna ha invadido su reino; en segundo lugar, altamente destructiva; en tercer lugar sufriendo y finalmente agradecida y generosa. Está llena de furia, de avaricia, de miedo a la pérdida e incluso autodesprecio. Simboliza el crudo instinto separado de la consciencia, es la imagen de la necesidad y la agresividad del inframundo.
Estas imágenes sugieren que las furias defensivas, caóticas, como la ira, la codicia, también la violencia e incluso el desencadenamiento del ánimus, son aspectos del arquetipo del inframundo. Estas energías compulsivas e inconscientes trabajan para dominar el ego y deben ser honradas y consideradas aspectos de la diosa los que se puede servir, permitiéndolas conscientemente entrar en nuestra vida.
Cuando estamos en los dominios de Ereshkigal nos parece un reino ilimitado, irracional, primordial y totalmente indiferente, incluso destructivo del individuo. Contiene una energía que estamos empezando a conocer a través del estudio de los agujeros negros y de la desintegración de los elementos.
Ereshkigal es como Kali engendran nueva vida. E. Simboliza el abismo que es la fuente y el fin, el fundamento de todo ser.
El reino de Ereshkigal representa la única certeza de la vida: la certeza de que todos morimos. Es una manifestación de lo más desconocido, el lugar donde la consciencia activa de la vida permanece inactiva. Estamos reducidos al lado oscuro de la intuición, a la recepción pasiva, pero encarnada y pasajera del momento. Es el lugar de la supervivencia y de los comienzos de la tierra y de la roca sólida. Es el lugar del Ser en status nascendi, la joya escondida en la materia y también del fin como retorno de la actividad en el reposo y la muerte.
El subordinado de Ereshkigal se llama Namtar, destino. El reino de Ereshkigal tiene su propia ley. Es la ley del Gran Lugar Inferior, la ley de la realidad de las cosas tal como son, la ley natural que es a menudo temible, que precede siempre a los juicios del superego del patriarcado y, a menudo, a lo que desearíamos.
Las fuerzas de Ereshkigal producen sentimientos depresivos y una profunda agonía por el sentimiento de impotencia e inutilidad. Una mujer que esté constelada con esta diosa pone su superego-ánimus negativo en el lugar principal de su vida hasta que la acaba dominando.
Al identificarse con Ereshikgal, una mujer puede sentirse atrapada en una inmovilidad eterna, incapaz de moverse, sintiendo la triste desesperación y el vacío de ser violada por el ánimus.
Ereshkigal exige la muerte, la destrucción total de las diferencias, del sentido de individualidad. En definitiva, reclama una transformación total. Exige una terrible empatía, exige rendirse, esperar y sufrir con ella. Es la Hécate del Inframundo griego. Hécate como protectora de las encrucijadas es mediadora de la entrada al inframundo que sería la convergencia de los caminos, guía en la sombra, oscuridad, señora del destino y del mundo de la muerte.
En la actualidad, servir y venerar ese poder impersonal y destructivo nos parece tan monstruoso como lo eran sus vástagos. Y por eso a menudo lo negamos o nos enfurecemos o nos protegemos y nos distanciamos, para defendernos contra la sensación de rendición impotente a sus fuerzas impersonales e instintivas y tratamos de atenuar la humillación del ego heroico que ha caído tan abajo que debemos afrontar nuestra pequeñez primordial ante el cosmos. Solo un acto de rendición consciente y voluntaria puede cambiar en vida este aspecto venenoso de la diosa oscura.
Las mujeres bajo el arquetipo de puella eterna, identificadas con el ánimus descienden a lo que el ánimus idealista ha señalado como malvado, o corrompido, desagradable o repugnante. La regresión o introversión es a menudo tan lenta y tan profunda que puede convertirse en una intensa depresión parecida a la muerte, que puede producir gran temor, si no hay una orientación sobre sus significados y patrones arquetípicos.
La consciencia patriarcal ha separado a esta diosa, la ha violado y la ha relegado al inframundo, fuera de nuestra consciencia y mora en las profundidades de lo inconsciente.
En el mito de Ereshkigal no es adversaria de la consciencia de las capas profundas de la psique no es adversa de la consciencia heroica y patriarcal y ella se enfurece cuando no se siente respetada. Es orgullosa, pero no se ofende ni trasgrede sus propios límites. Simplemente exige reconocimiento como un poder igual tan válido e importante como el Gran Lugar Superior.
La mirada de esta diosa inframundana son los ojos de la muerte, despiadados, humanos. Congelan, matan.
Inanna, desvelada, contempla su propia profundidad misteriosa. Recuerda la V escena de la Villa de los Misterios en Pompeya donde un fauno, mira dentro de una copa-espejo, ve reflejada una máscara del terrible Dionisos como señor del inframundo. Es el momento de la auto confrontación para la diosa de la vida activa y del amor.
Nosotros los humanos solo podemos ver verdades limitadas, relativas e indeterminadas. Nosotros y nuestra subjetividad somos parte de la realidad que buscamos ver. Sin embargo, ante la mirada de E. se desenmascara la realidad objetiva. Es nada y es todo, es el lugar de la paradoja, bajo el velo de la Gran Diosa y del templo de la sabiduría.
Esa mirada monstruosa, fea e incluso paralizante porque nos priva de nuestras defensas e implica el sacrificio de la seguridad del colectivo, con sus comprensiones y sus expectativas. Es una visión cruda, caótica, sorprendente que nos muestra el terreno por debajo de la ética, de la estética y de los opuestos. Es el ojo instintivo, un ojo del espíritu en la naturaleza.
Es la sabiduría del aspecto femenino oscuro que Psique no pudo sostener, el conocimiento que debía llevar a Afrodita, la Inanna griega para hacerla joven, bella y eterna. Desde el punto de vista psicológico, esta visión, este conocimiento, implica que la destrucción y la transformación en algo radicalmente nuevo son parte del ciclo de la realidad lo cual implica intentar aceptar los imperativos e ideales de sus padres y del ánimus. Relativiza todos los principios y abre la visión a las paradojas que se dan cuando se vive con el Sí-mismo.
Ese ojo frío y objetivo es una de los fundamentos de la evaluación femenina, relacionada quizá con el hemisferio cerebral izquierdo. Contempla los hechos incontestables de todo proceso. La variedad de elementos emocionales. En ellos se puede encontrar una manera propia de moverse. Esta visión es transpersonal y da un poder capaz de proteger.
Ereshkigal está atrapada y encarna un proceso con un orden concreto, «que toda vida termina con la muerte», que el nacimiento y la muerte están íntimamente ligados en la historia de las mujeres, que el cambio y el dolor son inevitables. Sufre aislada, en paciente sumisión soportando esta realidad. Inanna cuelga de la estaca, Ereshkigal gime. No hay salida a través del propio esfuerzo o de la propia voluntad. Esta es la otra cara de la frialdad de la diosa oscura. Es el lugar de la impotencia, de la emoción caótica, adormecida o no canalizada de la solitaria rabia de la impotencia y de la pérdida y el anhelo en el que todo lo que sepamos hacer es inútil, no existe una manera de salir de esa desesperación.
Inanna está clavada, terriblemente fija e inmóvil. El potencial de sus «innumerables oficios» y capacidades está clavado en tierra; y esto parece ser parte de lo que fertiliza un nuevo espíritu dentro de ella, igual que la limitación y la necesidad pueden invocar la creatividad.
La estaca de Ereshkigal llena el vacío, totalmente receptivo de lo femenino para ser un individuo completo y separado. La estaca impregna a la mujer con esta nueva actitud hacia la vida.
Las mujeres han comenzado a servir al oscuro femenino. Experimentan una nueva energía para mantenerse firmes en un terreno que sienten que pertenece a su propia realidad.
Erehkigal es la hermana de Inanna, Sombra o complemento, forman el par de opuestos del arquetipo femenino, el modelo de integración, la biunidad madre-hija de la Gran Diosa. Este mito nos enseña el patrón de circulatio que promueve la vida. Inanna se adentra en el inframundo con determinación, yendo activa y conscientemente hacia su propio sacrificio, al igual que la mujer moderna tiene que consentir y cooperar, mediante su introversión y con sus necesarias regresiones, con la magia del mundo subterráneo y con los niveles arcaicos de la consciencia.
Como en todas las relaciones de amor de madre o hermanas, está implícita una fertilización cruzada. Inanna trae consciencia y actividad diferenciadas para agitar el reino de Ereshkigal y lograr un sufrimiento consciente, un nacimiento. A cambio recibe su propia muerte y su renacimiento junto a una nueva fuerza interior.
Los dioses patriarcales tienen un aspecto inferior, una gran sombra relegada a lo inconsciente, deseo y poder, violencia sádica, acoso demoníaco, lo cual abruma a lo femenino, luchan por controlar y por tomar una postura defensiva en la vida, cargando hacia delante, sin importarles si destruyen la sensibilidad lúdica y la relación empática. El descenso de la Diosa implica su confrontación con esta Sombra patriarcal arquetípica. Y en el Inframundo el intercambio se experimenta como doloroso y lento. Implica romper el viejo patrón.
Se ha observado que las hijas del ánimus y del patriarcado tenemos una carencia básica, no tenemos un ego fuerte y equilibrado. En las profundidades del inframundo, las energías opuestas y caóticas del Gran Ciclo combaten en nosotras, mientras nos sentimos sin energía. Despedazan el viejo complejo ánimus-ego y sus falsas identificaciones. En el mundo de las Tinieblas se encuentra desnuda ante los ojos de la diosa oscura que todo lo ven. Está completamente expuesta, indefensa, abierta a que el ojo de la muerte, el ojo oscuro del Sí-mismo examine su alma. Es la nigredo alquímica. Desnudarnos ante el Sí-mismo. Este develamiento es tremendamente difícil para una hija del patriarcado. En la oscuridad no hay posibilidad de ocultarse. Nuestros sueños y complejos nos delatan.
El descenso y el regreso de la diosa Inanna, al igual que los misterios de Eleusis transmite el mensaje de una vida interior que no se extingue jamás. Las personas que se inician en un proceso sagrado abandonan sus antiguas identidades y entran en otras nuevas.
En el mito del Descenso Inanna confía su rescate en Ninshubur, la sirvienta que intercede para que los dioses busquen la busquen. Es el aspecto aun consciente y funcional de la psique que puede ser testigo de los acontecimientos inferiores y superiores y que se preocupa por el destino del alma. Es un modelo de la función más profunda y reflexiva de la mujer como sacerdotisa que opera como ejecutora de los mandatos del Sí-mismo cuando el alma está amenazada.
En el descenso hay un padre que sí ofrece ayuda, Enki, dios del agua, la sabiduría y la creatividad. Es el portador de la cultura. Puede penetrar en cualquier necesidad. La sabiduría de este dios fluye, irrumpe, libera la inercia y la rigidez del inframundo. La sabiduría de Enki puede encontrarse con la oscura diosa primordial en la consciencia de su sufrimiento, en el sufrimiento que la diosa padece al darse cuenta de su exterior y de su interior, de sí misma. Enki es el dios de los terapeutas.
Enki puede destruir o crear y sanar como la Gorgona cuya sangre mata o sana.
Puede verse el video completo de la presentación del libro en el siguiente enlace del canal de Youtube de Casa Jung – Psicología:
https://www.youtube.com/watch?v=9XJnzc2_sog