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Freddy Javier Guevara
Acercarse a los conceptos en psicología analítica, para definir los límites de las nociones arquetipales, a veces resulta resbaladizo. La amplitud de sus diferencias y parecidos desborda los objetivos.
Con respecto al tema «Ánima y su diferenciación del complejo materno», deja un reto que a primera vista resulta inquietante. El ánima en sí es un arquetipo, un pedazo de energía con formas propias aparte de la consciencia, a la vez sumergida en ella. Brota de la biología instintiva, consteliza emociones, habita el inconsciente colectivo. La madre también es un arquetipo de límites definidos, pero al asociar complejo a lo materno, añadimos un ingrediente con dimensiones: tiempo y espacio. Complejo es un retazo de nuestra historia. Apunta a cómo el arquetipo materno da forma a nuestra conducta y vivencia, en el trayecto entre el nacimiento y la muerte.
Aunque el arquetipo sea uno, se expresa distinto en la vida de cada quien y depende de las circunstancias que rodeen al individuo; por lo tanto la representación es original, aunque existan parecidos que converjan en cada uno de nosotros. He aquí una diferencia importante.
Ánima
Nada mas evasivo para el ser humano, sobre todo si es hombre, que la aproximación al ánima. Todos hemos tenido en algún momento un sueño con una mujer de rostro indefinido con quien nos topamos. Sabemos que existe una extraña afinidad, incluso algo más allá que podría definirse como complicidad. Lo inquietante es que desconocemos su rostro, por qué nos llama y nos conduce por senderos perdidos, y de repente nos hallamos sin orientación y a la vez en el camino.
Por ejemplo, un hombre sueña que debe viajar a una ciudad, más arriba del nivel del mar del pueblo donde se encuentra. El lugar donde está, pertenece a sus raíces familiares. Decide tomar un taxi que lo lleve por la autopista. El conductor le comenta que la vía está taponada por el tráfico, que tiene un camino alterno, más rápido. El hombre va acompañado por alguien desconocido. El conductor del taxi toma por una montaña, el camino es ascendente, lleno de barro, con trayectos arenosos, el personaje tiene miedo que el auto no pueda subir, y quede patinando en el lodo. Contra las expectativas, logra ascender y llegar a un sector libre de tráfico en la autopista. El conductor del taxi, en actitud arrogante, se jacta de que él conocía como guiarles para llegar más rápido. El hombre resiente la destrucción de la naturaleza, en virtud de un camino alternativo para llegar a su destino. Llegan a una estación, la ciudad donde el personaje ha vivido parte importante de su vida. Los pasajeros bajan del taxi, el soñante va acompañado de una mujer mayor, a la que no puede identificar y, tomándola del brazo, piensa: «Ésta es la única mujer en la que puedo confiar».
En algunos escritos Jung se refiere al ánima como «el frío aliento de los espíritus». Alude en forma indirecta a los antepasados. También cuando nombra a Heráclito, toma sus palabras: «El alma en el nivel más alto, es ardiente y seca… similar al aliento frío». En otra de sus asociaciones «… aliento, para soplar…», y de sus propias reflexiones, «el alma… puede ser visualizada sensorialmente como cuerpo de aliento».
Pretender relacionarme al abanico de profundidades que habitan el ánima es una exageración, sin embargo ya en estas referencias de Jung, se comprende que el ánima es aliento, y como todo aliento viene de atrás, de la garganta, fuelle de los pulmones, por lo tanto, lo vital «ánima es el arquetipo de la vida en sí mismo» (CW 9,i, 66), y por otro lado, su «ardiente frialdad vinculada a los espíritus» indica que este aliento tiene una historia, la historia que corresponde a la humanidad que nos ha precedido, y a los complejos históricos personales.
Toda relación que el ser humano establece consigo mismo, la actitud que tiene cuando se mira al espejo, reconoce algo en él distinto, no superficial, y lo asocia a su mundo subjetivo. O cuando se pregunta sobre asuntos existenciales que le conciernen pero vagan en la niebla de la irracionalidad sin entenderlos, esa disposición que tiene para encontrarse consigo mismo a pesar que le cueste, corresponde al ánima.
Es por eso que todo brillo de espontaneidad inmotivada, de reacción despreocupada, sin propósito, pero a la vez con un sentido oculto -se podría decir inconsciente-, o aquello que ocupa la conciencia en un hacer de creatividad sin objetivo aparente, también pertenece al ánima.
La expresión del ánima tiene un espectro amplio. A tal punto que Jung señala: «En filosofía clásica china… el ánima (p’o ó Kuei) se considera la parte femenina y ctónica del alma… uso el término “ánima” de manera análoga a la definición china de p’o…. El carácter afectivo de un hombre tiene rasgos femeninos» (CW 9,i,119- CW 13,58).
Las confusiones que en la actualidad presenta la sexualidad, ese sin número de géneros, tiene que ver con la seducción que el ánima ejerce en la vida psíquica y posterior identificación con ella. El proceso de ver el ánima sin identificarse, es trabajo diario. Lo femenino en el hombre puede ser visto como algo inferior, carente de valor, por lo que pasa a la sombra y se manifiesta en la conducta, que algunas veces puede ser perversa, aunque hoy día quiera naturalizarse como una riqueza más de la expresión psíquica. A mi manera de ver, solo son expresiones de la diversidad histérica en nosotros.
El tocar el ánima en relación con lo histórico en nosotros, es tantear el terreno donde otras fuerzas de la naturaleza pueden anidar, sembrarse, como podría ser el caso de la influencia del arquetipo materno en la historia de cualquier individuo.
Madre
La imagen de la Madonna es representante de lo materno en el mundo occidental, la madre espiritual. Todo lo materno reside en la capacidad de nutrir y proteger, aliviar dolor, ser gentil con la debilidad, soportar la gravedad de la existencia, cargar la vida, recibir lo imposible, contener y dar la vida si es necesario a lo que nace y se genera en ella.
Al contrario, algunas veces el alimento es leche negra: críticas a todo aquello que apenas nace como experiencia emocional individual, reprimenda ante lo distinto al reino materno, gotas de veneno amable y sutil en la desaprobación callada, bofetadas descalificadoras a las habilidades de los hijos, lastimera indulgencia a la sombra de cualquier rebeldía, apoyo exclusivo al niño correcto, bueno y obediente.
La psicología analítica ha expuesto que el hombre tiene como contraparte una naturaleza femenina de la cual no es consciente. Iniciándose en la adolescencia y a lo largo de su vida, le es ineludible lidiar con este aspecto de su naturaleza, si se lo exige la realidad interior, tanto, como lo es la comprensión del mundo que le rodea. En escritos de Jung, lo femenino en el hombre, lo define como ánima.
Como el ánima es «seductora, glamorosa, posesiva, temperamental en un hombre» (CW9,ii,422), «ella intensifica exagera, falsifica, mitifica todas las relaciones emocionales». Estos son los adjetivos que Jung adjudica a cierto comportamiento del ánima. Dicho de otra manera, aunque el ánima corresponda a un elemento inconsciente en nuestra vida psíquica, su expresión es un suceder afectivo en la vida consciente. Y, la atmósfera del complejo materno influencia la vida afectiva, la ferocidad de los apegos, el cuidado al relacionarnos con otros, las exageraciones, la lealtad incondicional con que nos entregamos a sentir, y el rechazo devastador que se experimenta cuando nos abandonan los afectos anhelados.
La madre, al inicio, modela nuestras emociones. Ante todo, emociones que se transforman en afectos o desafectos. La expresión emocional que se convierte en apego irracional sorpresivo, está influenciada por el complejo materno.Cuando el individuo es incapaz de hacer consciencia, ni distinguir lo real de la ficción en cuanto afectos, emite juicios inapropiados que parecen provenir de una actividad inconsciente, está dentro del complejo materno, y esto puede suceder en hombres y en mujeres, indistintamente.
La intercepción entre complejo materno y ánima habita en la incapacidad para valorar la situación emocional, distanciar el afecto propio, ver al otro como alguien distinto a mí, con sentimiento ajeno. Allí desaparece la posibilidad de individualidad, el sujeto puede vivir en permanente emocionalidad exagerada por las circunstancias. El nivel de inconsciencia al cual se llega puede ser tan sorprendente, que surjan aspectos irracionales que toquen la sombra, o también enfermedades psicosomáticas que provoquen la muerte.
El «joven en crecimiento debe ser capaz de liberarse de la fascinación del ánima de su madre» (CW 9, I, 146). La observación de Jung no deja de ser inquietante. El destino de un sujeto que fracasa en esa tarea es permanecer infantil, pequeño ante las circunstancias de la vida, saltar de frustración en frustración sin estímulo vital, llevar una vida carente de logros, en permanente regresión psíquica y sin posibilidad de adaptación a la realidad.
Otra cita de Jung al respecto es contundente: «un hombre infantil generalmente tiene un ánima materna» (CW9,i,357). En el caso del hombre, la visión de su aspecto femenino es indispensable para que eros ocupe vida psíquica de manera distinta, y donde suceda la valoración personal y ajena (función de feeling).
Jung no es menos determinante cuando dice: «ánima corresponde al eros materno» (CW9,ii,29). Pero aquí debo agregar que es así, hasta que el hombre cae en cuenta de su parte femenina y la valora; en caso contrario, puede que de manera infantil busque una mujer idealizada afuera que solo lleva adentro, y se arriesgue al desprecio de lo femenino en el entorno, provocando su aislamiento.
Un ejemplo imaginario. Un hombre mayor sueña «que tiene el pene erecto, su madre está en el cuarto contiguo (una señora muy mayor), le provoca tener relaciones con ella, acto seguido está sobre ella penetrándola». Se despierta espantado ante esa imagen tabú. Es obvio que el complejo materno determina la relación consigo mismo en lo que concierne a lo femenino, y con el mundo que le rodea.
Más allá de verlo de forma reductiva como complejo de Edipo, veamos los efectos colaterales que tiene el complejo materno sobre el ánima. Los afectos de esta persona se han quedado anclados en la diada materno-filial, su parte femenina aún pertenece a esa órbita, sin integrarse del todo a la vida psíquica. Si aquello que llamamos alma se expresa en afectos, emociones, motivaciones e impulsos, en este caso, están teñidos por la onda expansiva de este vínculo infantil. La relación de este hombre con las mujeres estará marcada por la búsqueda del amor infantil, incondicional, y con múltiples fracasos amorosos.
Aquí hay que agregar algo, la posibilidad de que esta persona logre una evolución en su psique está en el simbolismo del incesto que representa el sueño, la libido en retroceso debe tocar la fuente para intentar desde allí, si sucede, hallar la diferenciación y la posibilidad de vida psíquica.
¿Qué tiene que ver esto con la individuación?
Un hombre en la década de los 40 me cuenta el siguiente sueño: «Estoy en el mar, en un yate, hay más yates en la rada. En la popa donde me encuentro en un estar cubierto por una lona, se encuentra mi padre y mi madre; estoy con ellos, me siento bien. De pronto veo a un niño muy pequeño que nada por el mar, se dirige a nuestro yate, se sube y se me sienta en las piernas, me abraza muy amoroso, se cuelga de mi cuello. De pronto se separa de mí y cuando me doy cuenta, soy yo mismo pequeño».
Este hombre está casado, su mujer tiene una actitud de madre fuerte, alguna veces descalificadora, su madre, una católica conservadora también lo es. Él por su lado, tiene una vida llena de frustraciones profesionales, no puede aun mantener el matrimonio, los padres le ayudan, padece una patología psiquiátrica bajo control por los momentos. En su vida diaria sufre ataques de ira contra su mujer, con cambios temperamentales extremos. Sin embargo, luego de años de terapia, y por la calidad de lo que hace, las propuestas de trabajo han ido creciendo.
Este tipo de sueños, o sueños con embarazo pueden estar en el origen de la individualidad que apenas se insinúa, está en status nascendi, y no se tiene consciencia aun de ella; provienen del ánima y del esfuerzo colosal que puede significar la relación con lo femenino, su valoración.
Ánima , complejo materno y la mujer.
Sólo me atreveré a esbozar algunas palabras en torno al ánima en la mujer. Desde que las teorías analíticas en torno a la psique han aparecido, el alma humana ha recorrido algún trecho. Las cosas cambian, no es lo mismo el siglo XIX que el XXI.
«La mujer no tiene ánima, tampoco alma, pero tiene un ánimus» (CW 17,& 338).
Sin querer entrar en confusiones teóricas, la cita parece una condena, pero no lo es. El ánima en la mujer pertenece a un misterio insondable, una Gioconda. Sin embargo, hay analistas que han puesto en duda esa aseveración.
«Las mujeres son saladas en su llanto y resentimientos, malévolas en sus chismes, tan abismales en sus cavilaciones como los hombres… ¿Por qué llamamos a la misma conducta en un sexo “ánima” y en el “otro naturalmente femenino” o “sombra”?» J.Hillman1
En las relaciones homosexuales femeninas, tan emocionales como las heterosexuales y homosexuales del otro sexo, el complejo materno puede jugar un papel importante en las tensiones, o la ruptura de la pareja, y la reflexión sobre el mismo conducir a una relación estable.
La relación del complejo materno entre madre e hija, que es un misterio, entrometerse guarda reacciones inesperadas, el rapto de Kore y la bajada al inframundo de la doncella, convirtiéndose luego en Perséfone, permite la dinámica del cambio en la tensión. Las relaciones homosexuales femeninas donde el complejo materno interviene, se pueden asfixiar por histeria.
Conclusión
Se ha dicho que el instinto de reflexión el «bending back», proviene del arquetipo del ánima, de la capacidad de hallarnos ante la vulnerabilidad de instintos y emociones, domesticarlos en el cuerpo, digerirlos en las vísceras, sufrirlos en la carne, y obligarnos a «girar hacia adentro». El humo que asciende del horno corporal (Jung se ha referido al ánima como humo), produce mareo, crea la niebla, induce la ensoñación, y el espejo donde el alma halla su reflejo.
Quizá por eso se ha hecho referencia a que, hacernos conscientes viene del ánima. Y Jung suelta esta frase al respecto: «La riqueza de la psique humana resulta principalmente del instinto de reflexión, que a su vez está íntimamente ligado al arquetipo del ánima» (CW 11, & 235).
Como vemos, parece que la función de feeling es clave para intentar disipar la confusión, distinguir qué es ánima y qué complejo materno, si es que se puede. Se ha confundido esta función como proveniente del ánima, ¿y por qué no del complejo materno?, me pregunto. Si la función de feeling es una herramienta que conecta con los otros, pero más importante aun, conecta al individuo con su mundo interior y con el que le rodea. Me atrevo a ir más allá, además de eso, tiene que ver con la valoración de las consecuencias de nuestra conducta, y las emociones que provocan en la vida psíquica, y eso ya coloca una distancia, esto corresponde al individuo, a su soledad.
Freddy Javier Guevara. Médico Psiquiatra de la Universidad Central de Venezuela. Analista junguiano miembro de la Asociación Internacional de Psicología Analítica (2009) y de la Sociedad Venezolana de Analistas Junguianos (SVAJ). Miembro Titular de la Sociedad Internacional para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ, España). Interesado en psicoterapia arquetipal y supervisión de casos. Otras áreas de interés: la influencia de las emociones en el inconsciente colectivo, cómo determinan fenómenos políticos y la intervención en crisis.