Quisiera primero decir que lo expresado aquí son pensamientos, reflexiones, intuiciones y fantasías alrededor de un tema de gran interés para mi oficio de psicoterapeuta. De allí que sus aciertos y desaciertos, enmarcados dentro de ese criterio de exploración, sólo tienen la finalidad de compartir y enriquecer, si es posible entre nosotros, y de contribuir a una discusión que nos permita ahondar en uno de los temas más importantes del legado de Rafael López Pedraza, el del cuerpo psíquico.
Partiendo de las definiciones básicas sobre cuerpo y sobre lo psíquico en el diccionario de la Real Academia de la Lengua encontramos que cuerpo se define como «aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos», mientras que lo psíquico se define como aquello «perteneciente o relativo a las funciones y contenidos psicológicos». Podríamos entonces preguntarnos si cuerpo psíquico se refiere, según esta definición, a aquella extensión limitada, perceptible por los sentidos, perteneciente o relativo a las funciones y contenidos psicológicos. A mi manera de ver sí y no.
Creo que pudiéramos decir que esta definición nos ayuda a tener una idea y a conceptualizar algo que para mi tipología dominante se me hace casi imposible y hasta inútil. En mi opinión, cuerpo psíquico no solo se limita a los sentidos, sino que incluye el cuerpo físico; no sólo se refiere a la persona sino que incluye a su entorno, a su memoria afectiva, a su subjetividad e incluso eso que llamamos «alma», «espíritu» y tal vez algo más a lo que todavía no nombramos.
Más bien aquí quisiera ceñirme a lo dicho por López, que sin menospreciar las conceptualizaciones «científicas» en la psicología como vía del conocimiento afirma:
Las etiquetas conceptuales de la psicología son fachadas verbales elaboradas a partir de fantasías “científicas” que, en realidad, encubren un componente básico de la historia de la cultura occidental.
Pág. 139, Hermes y sus hijos.
Acercándonos históricamente en esta búsqueda, gracias a la teoría junguiana de los arquetipos y del inconsciente colectivo y basada en la historicidad de los complejos y en su patología —además de estudios enriquecedores de postjunguianos como James Hillman y Rafael López Pedraza— podemos darle una vuelta a ese tema del cuerpo psíquico.
Las lecturas de Rafael López Pedraza y las enseñanzas que me dejó su presencia en mi trabajo psicoterapéutico, como paciente y como supervisado, me introdujo en su noción de cuerpo psíquico. En Hermes y sus hijos Rafael nos invita a ver psíquicamente la imagen y para ello debemos, en primer lugar, alejarnos del lenguaje conceptual para mantenernos cerca de la imagen y sus posibilidades. Y así poder ver al cuerpo psíquico como una imagen y no como un concepto. Y en segundo lugar nos invita a mantenernos apegados al pensamiento mítico, para mantenernos en el terreno de las actividades de la psique y no literalizarla. De allí, me arriesgaría a decir que el cuerpo psíquico es una imagen que contiene un cuerpo que no se puede literalizar.
Ello me recuerda a Pan, que es la imagen de un dios difícil de literalizar y sin embargo muy fácil de imaginar o «psiquear». En Hermes y sus hijos, en el capítulo IV, Una Historia sobre Dríope y el nacimiento de Pan, Rafael nos pasa una frase que puede servir de marco para hablar de cuerpo psíquico. El señala a «Pan como el perdido eslabón de enlace con el cuerpo psíquico» y agradece a Jung y sus exploraciones del inconsciente colectivo quien nos recuerda que estos dioses no han muerto en nuestra psique y permanecen vivos en nuestro inconsciente, atrapados en nuestros complejos, bajo la autonomía de una neurosis, o en una psicosis, o en una enfermedad psicosomática.
La imagen de Pan como un eslabón perdido del cuerpo psíquico es una invitación que nos hace López a retomar, desde el estudio de las imágenes y el pensamiento mítico, aquella imaginería pagana que consideraba indispensable para la comprensión de aquellos aspectos humanos contenidos en ella y que son esenciales en la aproximación al cuerpo psíquico, en particular, a través de Pan.
López desde su mirada, siempre arquetipal, nos dice:
Las reflexiones que nos trasmiten estos estudios revitalizan el espíritu y alimentan la fantasía, al punto de que lo que pudiera estar ocurriendo en la psicoterapia hoy podría ser visto en términos de un renacimiento, quizás, la mejor oportunidad de la psicoterapia.
Pág. 145, Hermes y sus hijos.
Pan gobierna el cuerpo físico de nuestra psique. A través de la masturbación conecta el cuerpo físico y emocional, por eso su aparición en los sueños lo podemos ver como la necesidad psíquica de reconocer y aceptar lo reprimido por la historia —la sexualidad básica y el cuerpo emocional— y también como la activación del cuerpo psíquico que abre nuevas posibilidades y propicia el movimiento psíquico.
En el libro De Eros y Psique, María Fernanda Palacios, en su magistral prólogo cuando se refiere a las clases de López, señala el verbo «psiquear» que ya mencioné al hablar de la imagen de Pan, para referirse a una manera particular de «imaginar» y nos dice María Fernanda:
Si la psique es quien mira a través de las imágenes y quien puede ver a través de los límites precisos y diferenciados de las formas arquetipales, psiquear sería, al fin y al cabo, la razón de ser de la clase.
Y yo diría que es la razón de mantenerse en contacto con el cuerpo psíquico.
En este libro De Eros y Psique, hay dos reflexiones de Rafael que para mí describen imaginativamente lo que significa el cuerpo psíquico, la relación con el dios Pan, cómo se genera y su funcionalidad. Las dos reflexiones están contenidas en el capítulo II, El alma afligida: Los trabajos de Psique.
La primera reflexión ocurre cuando Psique al ser abandonada por Eros, «desesperada como cualquier muchachita de novela sentimental», como señala López, trata de suicidarse y vienen a su rescate Pan y Eco.
Pan, el dios de las pesadillas, del pánico, en su aparición siempre produce un shock. Él le aconseja a Psique, en pocas palabras, que no se suicide, que invoque con humilde súplica a Cupido y que con una dulce sumisión de su parte él se reconciliará. Las pesadillas y el pánico tienen un gran contenido psicosomático y es a través de ellas que Pan nos deja sus mensajes y de esa manera conecta cuerpo y psique. Por eso las reacciones psicosomáticas que contienen son tan importantes y de una gran creatividad como señala López.
Así, Pan conecta a Psique con su instintividad a través de un nuevo estado de conciencia que es la «sumisión». De esta manera Psique deja la inflación y con el respaldo arquetipal de Pan puede iniciar el rescate de Eros. Lo que también se puede decir como que emprende su propia iniciación psíquica, produciendo un movimiento impensable hasta ahora y con una gran facilidad.
La segunda reflexión ocurre precisamente en la segunda tarea que Venus le impone a Psique: recoger los vellones de oro de unos carneros salvajes que pastan libremente en un bosque a las riberas del río. Aludiendo a la simbología del carnero desde los egipcios como complemento de los mitos solares, pasando por la simbología de Ares como impulso destructor masculino, con actividades temperamentales, tremendamente irreflexivas, asociadas con un gran peligro y enemigo de Psique, por oponerse a su naturaleza nada solar o lúcida, Venus quiere mover a Psique a la lucidez, alejarla de su naturaleza.
López también acude a otro símbolo que tiene que ver con el vellocino de oro y la simbólica del oro asociado al poder económico, a triunfar en la vida, al éxito económico, a la ambición de lo deslumbrante como el oro que ha movido la historia desde siempre, como por ejemplo en la historia de El Dorado en América. Venus también quiere que Psique desde la impulsividad (Venus-Sol-Aries) sea devorada.
Apuleyo nos deja ver que Psique tiene otra manera de responder a este reto, ante lo más numinoso de lo intelectivo y religioso y por otro lado el impulso del dinero y del poder como inflación. Psique, con la ayuda de Pan y su ninfa Caña, es capaz de dar otra respuesta, es decir desde el cuerpo psíquico la respuesta es productiva y creativa. Psique no pretendía cumplir la tarea encomendada, más bien quería acabar con sus penurias precipitándose al río, cuando Caña, la ninfa de Pan, le susurra su profecía.
Aquí podemos ver cómo Psique pareciera que ha aprendido de sus fantasías de suicidio, esta vez va más tranquila y es allí cuando aparece Caña, la ninfa de Pan, con las instrucciones a seguir. Es como si del estado depresivo de Psique surge una suave voz interior, como si la depresión permitiera otro estado de conciencia que produce su propia música y que al estar dispuestos a oírla, podemos «psiquear» o sea mantenernos apegados a nuestro cuerpo psíquico.
López escribe:
Pan es el dios del cuerpo psicológico y físico, por tanto, cuando aparecen elementos aledaños a Pan hay que asumir que lo hacen desde el ámbito que consteliza este dios. Así podemos decir que esta suave voz de Caña es algo que viene del cuerpo psíquico, de Pan, mentor interior de Psique.
Y añade,
Psique es capaz de lidiar con sus depresiones, dialogar con ellas, recibir su mensaje, tiene entonces conexión con su cuerpo; su alma y su cuerpo no están disociados.
La Psique de esta segunda tarea ha aprendido, sabe esperar, sabe contener, no es la niña impetuosa sin cuerpo psíquico del inicio del cuento. Como dice López, pasamos de un cuento de hadas a una espera en el cuerpo psíquico. En el ámbito de Pan y Psique, se hace presente el actuar maduro, una creatividad reflexiva.
Espero que estas notas les hayan trasmitido en algo lo que recibí de López en los años que me tocó estar en su entorno como paciente, como supervisado, como alumno a la vieja usanza, sobre uno de sus temas más apasionantes, el del cuerpo psíquico.
Gracias.