(Publicado originalmente en la página de elcastellano.org: https://www.elcastellano.org/news/la-uruguaya-cristina-peri-rossi-gana-el-premio-cervantes-2021).
Dada la relevancia de la escritora y del galardón adjudicado, reproducimos aquí la publicación de la página de elcastellano.org del pasado 15 de noviembre 2021, con la noticia del otorgamiento del Premio Cervantes a la escritora Cristina Peri Rossi. Una distinción compartida con escritores de la talla de Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Rafael Alberti, Mario Vargas Llosa, Elena Poniatowska y María Zambrano, entre muchos otros. El Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, conocido también como Premio Cervantes, es un premio de literatura iberoamericana concedido anualmente por el Ministerio de Cultura y Deporte desde el año 1976, siguiendo las candidaturas propuestas por la Asociación de Academias de la Lengua española.
Poeta y novelista uruguaya, Cristina Peri Rossi, nacida en 1941 en Montevideo, censurada durante la dictadura militar que gobernó Uruguay de 1973 a 1985 y exiliada en España desde 1972 —cuando dice haber presentido el golpe de estado y la instauración de la dictadura—, es considerada una de las escritoras más importantes de habla castellana, traducida a más de veinte lenguas. Reside actualmente en la ciudad de Barcelona, España, donde ha desarrollado buena parte de su actividad literaria.
A lo largo de su extensa obra, transita los temas de la política, los viajes —incluida la variante del exilio—, las complejidades de las relaciones interpersonales y, particularmente, el erotismo, asunto al cual dedica muchas páginas. Incluimos aquí algunos de sus poemas y unos fragmentos de sus ensayos, como muestra mínima de su obra, que revelan su consistencia expresiva y su notable calidad creativa.
Luis Galdona
En 2019 había obtenido en Chile el Premio José Donoso, por toda su trayectoria
BARCELONA – MADRID. “Por la puerta se iba el médico y entraba el Cervantes”, relata por teléfono Cristina Peri Rossi desde la cama, donde una combinación de broncoespamos, presión alta e insuficiencia cardíaca la tiene medio recluida desde hace un par de meses. “Me tuvieron que llevar al hospital por el asma; vinieron acá dos camilleros, uno grandote, de metro ochenta y mostachos espesos, y antes de bajar, le dije: ‘Si por el camino me han de hacer el boca a boca, por favor, que no sea usted”.
No hizo falta. Tal vez porque estaba en camino una forma particular de respiración asistida: el premio Cervantes de 2021, que, dotado con 125.000 euros, ha recaído en la escritora uruguaya, de 79 años. Este viernes cumplirá 80. Exiliada en Barcelona desde 1972, la nueva ganadora fue premonitoria en 2017 en una entrevista con EL PAÍS. A la pregunta “¿A quién le daría el Cervantes?” respondió: “A Cristina Peri Rossi, para que siga escribiendo”. Además de acertar, no parece haber necesitado el gran premio de las letras en español para continuar cultivando su oficio. En todos los géneros. Entre sus últimos títulos se cuentan un libro de relatos —Los amores equivocados (Menoscuarto)—, un poemario —Las replicantes (Cálamo)— y una antología de versos —La barca del tiempo (Visor)—. A ellos se sumó en 2018 una novela: Todo lo que no te pude decir (Menoscuarto). Esa novela reúne, precisamente, dos de las constantes de la obra de la nueva galardonada: el amor y el exilio. Y una reivindicación del papel activo de la mujer: “Cuando una mujer se siente frustrada, llora. Cuando un hombre se siente frustrado, descarga violencia”, leemos en sus páginas.
Minutos después de recibir la noticia del galardón, Peri Rossi se entretiene en contar la anécdota de los camilleros porque, dice, “en mi vida siempre he tenido que desdramatizar, aunque no se me ha entendido; si no lo hago así, si no relativizo las cosas, me asusto mucho”.
Y ese desdramatizar ha sido uno de los instrumentos con los que ha construido esa obra que el jurado ha elogiado por la “exploración y crítica de su escritura”. “Bueno, sí, son algunos de mis rasgos, siempre fui muy crítica con la vida política y social; la realidad me ha dado motivos continuos de quejas”. ¿Y lo de la exploración? “He tocado todos los géneros; el poemario Las musas inquietantes es uno de mis libros preferidos porque cada una de las pinturas va ligada a un personaje y un sentimiento… Ahora se recuperará en el volumen de poesía completa”, dice sobre el libro que a final de año editará Visor.
También cita entre las transgresiones de forma o de fondo que ha practicado Los amores equivocados (“en un colegio católico de mi país expulsaron al profesor por hacerlo leer en clase”) o Todo lo que no te pude decir (“es una de mis mejores novelas y va sobre la relación de un hombre con un chimpancé”).
Si bien entre sus “intereses vitales múltiples” han estado el feminismo y el fútbol (“fui de las primeras escritoras en España en tener una página diaria sobre fútbol”, recuerda), cree que, en el fondo, toda su extensa obra se puede resumir en profundizar en la búsqueda y el análisis de “la asimetría de las complejas relaciones personales”.
Según ha explicado el ministro de Cultura español, Miquel Iceta, al anunciar el fallo, el jurado ha querido destacar cómo el trabajo de Peri Rossi se ha centrado en “la condición de la mujer y la sexualidad”. También ha subrayado que este premio reconoce el puente entre las dos orillas que ha construido la ganadora con su obra “un recordatorio perpetuo del exilio”.
“La poesía es una percepción; la narrativa, un discurso”, suele decir la escritora cuando se le pregunta por dos de los géneros que más ha cultivado. Como Hemingway, sostiene que “la novela gana por puntos y el cuento y la poesía, por KO”. Directo y entusiasta, el ministro ha elegido unos versos de Estado de exilio (2003) para presentarla al anunciar el galardón: “¿Cuál es mi casa? / ¿dónde vivo? / Mi casa es la escritura / la habito como el hogar de la hija descarriada / la pródiga / la que siempre vuelve para encontrar los rostros conocidos / el único fuego que no se extingue”.
Hija de emigrantes italianos, Cristina Peri Rossi abandonó su ciudad natal, Montevideo, con 31 años, meses antes del golpe militar que entre 1973 y 1985 desencadenó una de las más atroces represiones de América Latina. “Renuncié a una carrera universitaria brillante y a un futuro literario que ya tenía encarrilado, pero sabía con seguridad que el futuro del país estaba ya encarrilado hacia el golpe y tuve soplos que me permitieron averiguar que mi vida corría peligro”, afirmó ya en España al rememorar su salida de Uruguay. Aunque había estudiado Biología, se licenció en Literatura Comparada.
En la capital uruguaya vivía en un apartamento situado frente a la Embajada de Estados Unidos. Desde allí vio cómo muchas noches entraban y salían militares que después protagonizaron el golpe: “Vi incluso una noche cómo arrojaban envuelto en mantas un cadáver al mar, situado en un ángulo de visión desde mi ventana. En Montevideo se lacraban los ataúdes y se les entregaban los cadáveres a los familiares después de que estos firmaran un papel en el que se comprometían a no abrirlos”.
La nueva Cervantes forma parte de una generación de escritoras del Cono Sur que vio dos veces oscurecida su voz: como exiliadas y como mujeres. El primer destino lo compartió con autores represaliados por las dictaduras de los años setenta como Antonio Di Benedetto, Haroldo Conti, Daniel Moyano o su paisana y compañera en el palmarés cervantino Ida Vitale. Su madurez creativa coincidió con el destierro y la consiguiente separación de sus lectores naturales. Muchos terminaron en una España que se encaminaba hacia el fin de su propia dictadura y hacia el nacimiento de la “nueva narrativa”, es decir, hacia el desinterés por aquellos nombres que no hubieran tenido la suerte de caber bajo la etiqueta del llamado boom. Esa fue la segunda losa: el hecho de ser mujer en un tiempo que dejó fuera del canon oficial del siglo XX a autoras como Elena Garro, María Luisa Bombal, Armonía Somers, Marosa di Giorgio, Rosario Castellanos o Sara Gallardo. El empuje de la literatura latinoamericana escrita por mujeres en los últimos años ha empezado a devolverlas al lugar que merecían.
Solo cinco escritoras se habían hecho hasta ahora con el Premio Cervantes, la última de ellas, la citada Ida Vitale, que en 2018 se sumó a las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010), la cubana Dulce María Loynaz (1992) y la mexicana Elena Poniatowska (2013).
Cristina Peri Rossi, no obstante, dedicó uno de sus libros más emotivos a uno de los autores canónicos del boom: Julio Cortázar. Si la amistad del narrador argentino fue una constante en su vida, la visión lúdica y experimental que el gran cronopio tenía de la escritura marcó su propia obra. Rayuela, dijo en 2013, durante la conmemoración del medio siglo de la famosa novela, “es la obra emblemática de la gente del 68. La leímos con el telón de fondo de los movimientos revolucionarios en Europa y América Latina. Toda una generación se identificó con el libro. En literatura no hay progreso, pero fue un hito. Claro que se puede escribir como antes de Rayuela, pero serán eso, novelas de antes de Rayuela”.
En 2019 la nueva laureada obtuvo en Chile el Premio José Donoso por toda su trayectoria. Un año más tarde noveló sus recuerdos de infancia y juventud en una obra de título inequívoco: La insumisa. La defensa de los inmigrantes, las mujeres y los homosexuales ha sido una constante tanto de su literatura como de su compromiso cívico. “Escribo poniéndome en el lugar de los perdedores”, afirmó al recibir el premio Loewe por Playstation (Visor, 2008), un libro de poesía narrativa ajeno a las convenciones de la llamada alta cultura y tejido con estampas que iban desde una escena en, de nuevo, las urgencias de un hospital a otra en un sex shop.
Haciendo un esfuerzo para hablar por teléfono, Cristina Peri Rossi reivindica sus dos apellidos (“nunca entendí por qué debemos llevar como primero el del padre; por ello mantengo el de mi madre”) y explica por qué nunca volvió a fijar su residencia de manera estable en Uruguay: “Prefiero que no haya tenido que elegir nunca; he extrañado mi tierra natal, pero prefiero soñar con Montevideo y vivir acá: allí murieron mi madre y mi hermana, demasiada tristeza.
Y ahora quiero alegrías, como la del Cervantes, aunque quizá sea la última”, dice… riéndose.
Viviendo (1963).
El libro de mis primos (1969).
Exactamente como los argelinos en París (1973).
Miro del relato (1979).
La nave de los locos (1984).
El ángel caído (1986).
Las musas inquietantes (1999).
Estrategias del deseo (2004).
Playstation (2009).
Habitaciones privadas (2010).
Los amores equivocados (2015).
Todo lo que no te pude decir (2017).
La insumisa (2020).
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Las palabras son espectros…
Las palabras son espectros
piedras abracadabras
que saltan los sellos
de la memoria antigua
Y los poetas celebran la fiesta
del lenguaje
bajo el peso de la invocación
Los poetas inflaman las hogueras
que iluminan los rostros eternos
de los viejos ídolos
Cuando los sellos saltan
el hombre descubre
la huella de sus antepasados
El futuro es la sombra del pasado
en los rojos rescoldos de un fuego
venido de lejos,
no se sabe de dónde.
Babel bárbara, 1991
Bitácora
No conoce el arte de la navegación
quien no ha bogado en el vientre
de una mujer, remado en ella,
naufragado
y sobrevivido en una de sus playas.
Linguística general, 1979
Después
Y ahora se inicia
la pequeña vida
del sobreviviente de la catástrofe del amor:
Hola, perros pequeños,
hola, vagabundos,
hola, autobuses y transeúntes.
Soy una niña de pecho
acabo de nacer
del terrible parto del amor.
Ya no amo.
Ahora puedo ejercer en el mundo
inscribirme en él
soy una pieza más del engranaje.
Ya no estoy loca.
Otra vez eros, 1994
Escoriación
Herida que queda, luego del amor, al costado del cuerpo.
Tajo profundo, lleno de peces y bocas rojas,
donde la sal duele, y arde el yodo,
que corre todo a lo largo del buque,
que deja pasar la espuma,
que tiene un ojo triste en el centro.
En la actividad de navegar,
como en el ejercicio del amor,
ningún marino, ningún capitán,
ningún armador, ningún amante,
han podido evitar esa suerte de heridas,
escoriaciones profundas, que tienen el largo del cuerpo
y la profundidad del mar,
cuya cicatriz no desaparece nunca,
y llevamos como estigmas de pasadas navegaciones,
de otras travesías. Por el número de escoriaciones
del buque, conocemos la cantidad de sus viajes;
por las escoriaciones de nuestra piel,
cuántas veces hemos amado.
Descripción de un naufragio, 1975
Humildad I
Nunca he pretendido que una sola idea explicara la diversidad del mundo ni un Dios fuera más cierto que numerosos dioses. Nunca he pretendido que la psicología excluyera a la biología, ni que tener un sexo excluyera al otro.
Nunca he pretendido que una sola persona colmara todos mis deseos ni satisfacer todos los deseos de una sola persona.
Nunca he pretendido vidas anteriores ni vidas futuras: no creo haber sido nada más que lo que soy y eso, a veces, con grandes dificultades.
Aquella noche, 1996
Es en la mirada, en la emoción y en el sentimiento de quien ama donde surgen los símbolos, las imágenes que envuelven al objeto con un ropaje de atracción y de repulsión que constituye la riqueza y la ambigüedad de la vida erótica. («Odio y amo. Tal vez preguntes por qué lo hago. No lo sé, pero siento que es así y sufro», dice Catulo en otro poema). Por eso, el amor es lo que ama y no lo amado.
Fantasías eróticas, 1991
Más allá de su sentido religioso, este episodio (la Pasión de Cristo) permite comprender y analizar el mecanismo psicológico de cualquier pasión, sea cual sea su objeto; la pasión es totalizadora y exclusiva: no admite otras devociones; es tiránica, esclavizadora y absorbente. Si cuando experimentamos una pasión perdemos la libertad, la facultad de razonar, nuestro autodominio y nuestra independencia, podríamos preguntarnos en nombre de qué hacemos tantas delegaciones; hay una única respuesta: para amar en sentido absoluto una idea, una religión, a un hombre o una mujer que se convierten en nuestros dioses particulares y que nos exigen obediencia, sumisión, adoración.
Fantasías eróticas, 1991
La vida erótica es confusión de los sentidos, magma primigenio donde las formas se mezclan, se penetran, se licúan, como en la lava original, luego del estallido del big-bang. Porque solo en el caos (que no es destrucción, sino yuxtaposición) se puede producir esa fantasía de todo amor intenso: tu cuerpo es mi cuerpo, tu aliento es el mío, tu carne es mi carne, tu muerte es mi muerte. El deseo más profundo es el deseo de transustanciación: yo soy tú, tú eres yo, forzadas las fronteras solitarias de la individualidad.
Fantasías eróticas, 1991
…el deseo nos salva de la melancolía del tránsito, de la melancolía de la fugacidad […] Sin deseo, la vida es una forma de muerte, por eso en las religiones orientales se aspira al Nirvana, al no-deseo, para estar más cerca de Dios, que sería el no-deseo absoluto. La vida, en cambio, es la tensión permanente entre la insatisfacción y el deseo, ya que el deseo no tiene por objeto su cumplimiento, sino su perpetuación a través de la falta.
Un deseo satisfecho se convierte, de inmediato, en un no-deseo […] No existe la plenitud del deseo satisfecho: el deseo está condenado a volver, aunque disfrazado de otro objeto.
Suplemento Verbigracia, El Universal, 1997